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Una causa de la alta abstención

Una causa de la alta abstención

Rafael Chaljub Mejìa

La abstención electoral es cada vez más alta porque aquí ha ganado fuerza una tendencia a la apatía a la despolitización y al individualismo extremo, como resultado de factores y circunstancias muy de fondo, sin que hasta ahora las fuerzas progresistas hayan encontrado la forma de contrarrestarla.

Peor todavía, porque desde ese mismo campo progresista, inexplicablemente surgen voces celebrando como un triunfo la abstención, como si estuvieran apoyando esa tendencia al conservadurismo y rindiéndole culto a la irresponsabilidad del declamador que denuncia los males sin ofrecer salidas, cuando de lo que se trata no es simplemente de describir el mundo sino de transformarlo, como dijo un sabio.

Principalmente después de la disolución del antiguo campo socialista, la contrarrevolución internacional envalentonada, arreció una vasta ofensiva en todos los frentes, con el neoliberalismo como doctrina económica y, en el campo ideológico, todo lo que contribuya a elevar la cultura y los valores del individualismo.

Las prédicas del fin de las ideologías, de que cada hombre es un fin en sí mismo, el ataque a lo público y la glorificación de lo privado, ha hecho sus efectos también aquí y tenemos entre otros fenómenos, un aumento de la antipolítica, el antipartidismo, un desapego de una parte de la juventud a sus raíces, su tierra, su cultura, sus mejores tradiciones y un olvido de los buenos referentes históricos.

Con la consiguiente pérdida de prestigio y de influencia de las posiciones revolucionarias como acaba de demostrarse en las recientes elecciones. Mientras algunas candidaturas defensoras de las posiciones más reaccionarias, obtuvieron una votación mayor.

Esa es la realidad. En el mundo actual se ha estado conformando una especie de internacional del fascismo, que ahora, con el inefable presidente argentino Javier Milei como vedette principal, acaba de reunirse en Madrid. Eso tiene sus repercusiones en nuestro país, donde el conservadurismo sigue ganando fuerza.

Ahí está el desafío. ¿Rendirse?, nunca. Refugiarse en la propia concha, escudarse en verdades generales y excusar su ausentismo en nombre de los males y las trampas del sistema, menos.

Pero enfrentar esta nueva realidad con recetas rígidas, que tal vez correspondieron a otros tiempos, tampoco ayuda a la solución.

Sigamos plantados, en son de batalla. Empecemos por el balance crítico y autocrítico colectivo, a fondo y no por la superficie.

Hagamos frente a las exigencias de una labor paciente, tenaz, para enfrentar la avalancha y ganarle espacio a las posiciones del avance, el cambio de fondo, y la transformación que necesitamos.



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