Responsabilidad. Una palabra tan importante como temida. Normalmente viene acompañada con un sentir negativo porque parece que es algo impuesto, ajeno a uno mismo que llega desde afuera a convertirse en algo de lo que no se puede escapar.

Desde hace tiempo empecé a enfocar mis responsabilidades de otra forma, las veo como la maravillosa oportunidad que me da la vida de crecer, de aportar, aprender y sobre todo de desarrollame como persona en todos los sentidos: mental, emocional, laboral, social y seguro se me quedan en el tintero.

Y de esta forma he logrado descubrir que cada cosa que hacemos, cada responsabilidad que asumimos es algo por lo que debemos agradecer y no convertirlo en una queja o una carga.

Si hacemos esto último arrastraremos siempre un enfoque negativo que definitivamente hará esa carga muy pesada, mientras que si lo asumimos con fuerza y positivimos todo será mucho más fluido, no más fácil, pero sí disfrutaremos el camino.

Y que conste que no soy de las que piensa que todo es maravilloso y que hay que ser positivos a todas horas, hay momentos en los que uno tiene bajones, en los que la solución parece lejana, que son tan necesarios como los contrarios para lograr avanzar.

Pero si estos momentos que llegan solos te encuentran vulnerable porque tus responsabilidades son una carga pesada poder enfrentarlos se complica y mucho. Solo les pido que le den un giro a la forma en la que las asumen y les aseguro que notarán que todo es más ligero, más sencillo y sobre todo más satisfactorio.

Doy gracias a todo aquello que me llega y se transforma en responsabilidad, porque puedo, quiero y espero dar la respuesta adecuada y seguir caminando a paso firme, siempre. Les deseo lo mismo en este nuevo año.