Una de las cosas que siempre me ha caracterizado en mi área laboral es buscar la solución a todo, tratar de resolver cualquier situación y siempre estar dispuesta a que el trabajo se haga lo mejor posible.

En este camino me ha tocado transmitir esto a mi equipo, aun cuando en ocasiones ha supuesto dar la milla extra. Siempre he encontrado un maravilloso grupo de profesionales que han entendido esta dinámica y me han acompañado, y doy gracias por ello.

En el otro extremo es que la cosa toma otro matiz.

Me ha tocado trabajar con personas que son incapaces de ver más allá y para los cuales todo es un problema y lo único que logran es ralentizar todo y poner trabas. Aprendo a manejarlos.

Pero aquellos que son incapaces de asumir sus responsabilidades y echan los balones hacia afuera tratando de tapar sus errores, esos son con los que simplemente no puedo.

Y esa es una actitud que vemos a diario, no sólo a nivel laboral, esas personas que nunca son responsables de nada, la culpa siempre es de los demás y no reconocen absolutamente ningún error. Ahora al momento de exigir son los primeros que ponen un rasero alto y se vuelven intransigentes. Aún estoy en proceso de manejar estos perfiles.

Hay que tener la humildad suficiente para reconocer las cosas, la inteligencia necesaria para escuchar y aprender de aquellos que saben hacer las cosas mejor que uno, pero sobre todo la valentía para asumir las cosas y no buscar la vía fácil de culpar a otros.

Tengo un mensaje para este tipo de personas, tarde o temprano esta actitud sale a flote y quedarán expuestos porque no se puede siempre tapar lo malo culpando a otros.

Y es cuando aprenden y mejoran o volverán a pasar por eso.