Nuestros niños

Nuestros niños

Nuestros niños

Nassef Perdomo Cordero, abogado.

Hoy, miércoles, mi hija cumple su primer año de vida. Tenía pensado escribir una de esas notas azucaradas que tanto nos gustan a los padres primerizos, pero no puedo. No puedo porque en las últimas semanas hemos dejado ver nuestro lado más cruel contra nuestros niños y niñas.

La muerte de dos adolescentes, Donaly Martínez y Esmeralda Richiez, el primero tras recibir tres balazos de mano de un agente tiro alegre de la Policía Nacional y, la segunda, víctima de una brutal violación por un profesor. Por si sus muertes violentas no hubieran sido suficiente, en ambos casos se alzaron voces que los responsabilizaron por los actos de los que fueron objeto.

No bien se supieron las circunstancias de la muerte de Donaly, empezaron las justificaciones, abiertas y veladas, de su victimario. Que si el respeto a la autoridad, que si el padre actuó mal… obviando que la reacción del policía fue absolutamente desproporcional.

El caso de Esmeralda Richiez fue peor. En las redes se cuestionó inmediatamente su moral, usando para ello las fotos que tenía colgadas en la red Instagram.

Se dijo abiertamente que nada hubiera pasado si no hubiera sido una promiscua y se defendió a su violador y homicida con el argumento de que la belleza de su víctima era irresistible. Tan lejos se llegó, que un medio publicó una ‘crónica’, en la que el redactor usó su imaginación para darle ‘color’ a la tragedia y el resultado fue un relato pornográfico de la bárbara agresión sufrida por la adolescente.

Mucho nos gusta hablar sobre una pretendida pérdida de valores, pero la fruición con que tantos se dedicaron a escarbar con tal de encontrar o inventarse justificaciones a agresiones injustificables, nos dice que la crisis está en nuestra permisividad ante la violencia.

Porque, ¿qué cosa es más preciosa para una sociedad que sus niños, niñas y jóvenes? Su defensa es algo que trasciende (o debe trascender) las diferencias ideológicas y políticas.

Me preocupa que sólo los veamos como objetos, que los consideremos responsables por las agresiones que sufren de los adultos, que les enseñemos que no valen nada. Es triste, pero merecido, el destino que le espera a una sociedad que desprecia su futuro. Yo quería escribir hoy sobre mi hija, pero no puedo.