Una tragedia evitable

Una tragedia evitable

Una tragedia evitable

Nassef Perdomo Cordero, abogado.

El 2023 cerró con una de esas noticias que nos enrostra el fracaso de nuestros esfuerzos por humanizar el sistema de justicia penal.

Darío González Martínez, de 51 años, había sido detenido en Moca por sospecha de agredir sexualmente a su madre, de 75 años.

El sensacionalismo de la noticia hizo que corriera como pólvora en los medios y las redes, llevándola hasta los más recónditos rincones del país. El juicio moral no se hizo esperar y muchos, por no decir todos (el autor se incluye), juzgamos y condenamos a este hombre.

Y falta lo peor. Estando detenido, y bajo la guarda de las autoridades, fue brutalmente agredido por sus compañeros de celda. La golpiza (y posible agresión sexual) terminó costándole la vida.

Según su hija, la última vez que lo visitó él le dijo que los propios policías habían incitado el ataque.

Pocas horas después de su muerte, y muy tarde para ayudarlo, llegó otra noticia: los exámenes médicos realizados a su madre descartaron la violación.
Es decir, su muerte fue causada por una acusación o sospecha infundada.

Al margen de las responsabilidades individuales en que incurrieron sus custodios y sus agresores directos, es importante que analicemos nuestra responsabilidad colectiva en los hechos.

En esta tragedia colaboraron el apoyo social a los discursos de “mano dura”, el morbo moralista de creernos jueces de los demás, con capacidad de condenar sin averiguar y nuestra tolerancia hacia la violencia dirigida al “otro”.

Pocas personas se detuvieron a considerar la posibilidad de que la sospecha de violación fuera infundada. Y el resultado es el que tenemos entre manos, el precio de nuestra afición por el escarnio público y el desprecio por los derechos de las personas detenidas lo pagó Darío González Martínez con una muerte horrible y dolorosa.

Quizás sería consolador si existiera la esperanza de que servirá para un cambio en nuestras actitudes. Pero lo dudo, nos hemos hecho adictos a convencernos de nuestra virtud mediante el mecanismo de deshumanizar al otro. Todo indica que esta noticia pronto será olvidada y que nosotros volveremos a nuestros andares habituales. Es lamentable.



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