Un mundo y una sociedad

Un mundo y una sociedad

Un mundo y una sociedad

Roberto Marcallé Abreu

Hay que dudar siempre, hay que preguntar siempre. TERENCIO.
Haber alcanzado un año más de vida, es una situación más bien anodina, común, por la que cada día atraviesan millones de personas. Y, no obstante, en este hecho irrelevante uno puede evaluar el trayecto de la propia existencia, sumar y restar las cuentas, hacer balance, determinar logros y fracasos.

Sacar las cuentas, colocar en una balanza nuestra propia existencia y fríamente evaluar lo obtenido, bueno o malo, lo pendiente, reflexionar hacia dónde debemos orientar nuestros caminos a partir de ese momento crucial.

A muchos nos ha correspondido ser testigos de situaciones terriblemente complejas. Éramos niños en los finales de la dictadura de Trujillo. Vivimos los cambios violentos que se produjeron tras su muerte, las elecciones, las insurrecciones, los golpes de Estado, las invasiones extranjeras, los apetitos desaforados por poder y dinero, una invasión militar y un mundo que se transformaba a cada paso…

Hacer de la existencia y la reflexión realidades útiles y valiosas para el aprendizaje y el futuro debe ser la tarea esencial en estos momentos.

Si no calculamos las cuentas de lo vivido, existir habrá sido un ejercicio vano e inútil. Habremos perdido miserablemente el tiempo y seremos condenados a prevalecer como hojas secas a las que el viento arrastra hacia destinos innombrables.

En nuestra prensa se airean muchos asuntos, situaciones, opiniones, meditaciones, juicios. Desconocemos cuántos libros se publican cada año, aunque se puede presumir que el ejercicio intelectual colectivo requiere ya mismo de una revisión profunda si lo asumimos como un poderoso medio para conocer y conocernos, para evaluar los cambios que el mundo sufre a cada instante, para saber en qué dirección debemos encaminar nuestra existencia.
No obstante, las librerías desaparecen y eso no es bueno.

El ejercicio intelectual se atomiza. Gente imbuida de conocimientos muere y sus obras no se reimprimen. El ejercicio editorial, se atomiza…

Las inquietudes por el conocimiento como instrumento para incursionar en un futuro cambiante e impredecible se distorsionan.

La búsqueda ilimitada del placer, la diversión y el entretenimiento, ocupan los primeros lugares. El ser humano es cada vez más superficial, un objeto de las eventualidades y del comercio, una hoja que la brisa arrastra hacia destinos impredecibles…

El entretenimiento ocupa cada vez más espacio. Ya no hay suficientes diálogos en profundidad, las letras, el buen cine, las artes han pasado a un segundo plano, vivir la vida porque se extingue ocupa los lugares principales, y con este criterio el sexo, el alcohol, las drogas, los entretenimientos vacuos, la búsqueda del dinero sin que importe su origen se sitúan en un ventajoso primer plano.

Lo prudente sería hacer un alto en el camino. Sacar tiempo para meditar en nuestras vidas, en nuestra sociedad, en los caminos hacia los cuales se orienta la humanidad y el mundo y, por supuesto, nosotros mismos. Reflexionar sobre nuestras opciones: lo válido, lo trascendente.

Los ideales, aspiraciones y sueños se sitúan en un plano cada vez más distante. Es preciso hacer un alto y esforzarnos por estimular una sociedad meditativa que sitúe lo prioritario en su lugar.

Uno percibe que, de seguir por los caminos que recorremos, terminaremos por sufrir una quiebra espiritual terrible como seres humanos. Sobrevendrá, entonces, la oscuridad y la tormenta y no sabemos qué podría ocurrir.
Son situaciones en las que es preciso reflexionar.