Una oposición opaca e insalubre

Una oposición opaca e insalubre

Una oposición opaca e insalubre

Roberto Marcallé Abreu

Quien procura mantenerse al día y revisa los aspectos más relevantes del acontecer nacional puede que tropiece con algunas situaciones paradójicas que atraen intensamente la atención.

El hecho es que, en medio de una campaña electoral y salvo los insulsos dimes y diretes destinados a atraer la atención de los medios de comunicación, es poca la sustancia que uno encuentra en la generalidad de los alegatos.

Es de presumirse que en situaciones como las que vivimos las intervenciones públicas deben estar orientadas a exponer los problemas que preocupan a todos, los inconvenientes que se derivan de un mundo inmerso en graves conflictos, las maneras en que nos afectan y las eventuales soluciones ante esta realidad adversa.

En este contexto, nuestra clase política situada en el ámbito opositor, con sus excepciones, no parece seriamente preocupada por tantas realidades agobiantes que descubrimos en nuestro entorno.

¿Se trata, acaso, de que esas incongruencias poseen una marca de identidad muy clara y no se quiere afectar a sus nebulosos responsables?

De ser así, enfrentamos un problema mucho más grave de lo imaginable. Y quizás esa sea una de las razones por las cuales el presidente Abinader figura a la delantera en todas las encuestas.

La oposición política parece pensar, sólo, en función de sus intereses particulares relacionados con sus obsesivos anhelos de alcanzar el poder. Revise nuestra historia y se imaginará por qué.

La sociedad dominicana debe asumir como un solo individuo la necesidad impostergable de hacerle frente a adversidades e inconvenientes que hacen muy difícil la vida del ciudadano.

Citemos uno cuya relevancia puede calificarse como elemental entre muchos otros. Me refiero al grave problema del tránsito vehicular.

Los hay, por supuesto, de mayor relevancia: Es preciso aplicar un programa enérgico contra la delincuencia. Eventos como los que ocurren en la llamada “Zona 42” que, al parecer, se trata de un mundo aparte donde el delito hace y deshace.

Es esencial incrementar la protección ciudadana, la lucha contra el delito , la inseguridad, los robos, las pandillas, el costo de la vida, la especulación, y establecer un freno riguroso contra los feminicidios, el abuso infantil, la violencia en las escuelas, el tráfico de narcóticos, las limitaciones de nuestros servicios de salud pública, el grave y apremiante problema haitiano.

La tarea es compleja y difícil. Presumo, asimismo, que las actividades vinculadas a la persecución del delito, la situación de las cárceles, el trato privilegiado a la delincuencia política entre otros problemas que pueden calificarse como graves requieren, de parte de las autoridades, una dedicación extrema.

De toda manera, las deficiencias oficiales ante muchos problemas que afectan a los ciudadanos resultan en definitiva irrelevantes ante una obra de gobierno como la ejecutada por el presidente Abinader en condiciones muy complejas. El viernes pasado los periódicos destacan la inauguración del embalse de la presa de Monte Grande.

A su vez, el ministro de Turismo recibe un elogio abrumador de catorce familias hoteleras españolas ya que el país logró superar la barrera de los diez millones de turistas.

Hechos de esta naturaleza señalan de forma mayúscula hacia donde se dirigirán los votos en los comicios cada vez más cercanos. Esperemos el desenlace de esta historia.