Resulta algo difícil predecir el futuro.

Los seres humanos siempre han querido tener ese poder. Muchos clarividentes, profetas y adivinos han asegurado poseer dicha habilidad pero nunca han podido demostrarlo con hechos.

Por eso suena algo pretensioso decir que podemos hablar del futuro de la educación y en específico de la educación superior. De todas maneras, analizando el pasado y reflexionando sobre el presente, podemos intuir algunas tendencias que generarán un fuerte impacto en la forma en que será la educación superior. Veamos.

En primer lugar, las instituciones que conforman un sistema de educación superior están obligadas a cambiar.
Los avances científicos y tecnológicos, de los cuales ellas son parte, impactan el quehacer académico en todas sus áreas.

El cambio implica redefinir el propósito de la educación superior distinguiendo, de una forma clara, la docencia de la investigación.

Las instituciones de educación superior que formen a los profesionales que necesita la sociedad tendrán que integrar las tecnologías de la información y comunicación de una forma masiva y efectiva.

De tal manera, que las clases serán impartidas a través de diversas plataformas tecnológicas y se requerirá que los profesores las dominen con un mínimo de destreza.

Por otro lado, las instituciones de educación superior centradas en la investigación tendrán que aumentar sus niveles de eficiencia a la hora de impulsar investigaciones que tengan como resultado productos y servicios comercializables a una escala planetaria.

La universidad del futuro tiene que conectar con la sociedad a la que sirve. Debe identificar sus necesidades y problemas para proveerles soluciones efectivas y eficaces.

La era digital, en un contexto post pandemia, sirve de marco para la transformación de la educación superior en la forma que tanto necesitamos. Sigamos mejorando la calidad de la educación superior y permitamos que todos y todas puedan ser beneficiadas de la misma.