Parece natural el predominio numérico de haitianos entre los estudiantes extranjeros del sistema universitario dominicano, como se desprende de datos suministrados por el Ministerio de Educación Superior Ciencia y Tecnología. Están ahí mismo, a un paso fronterizo terrestre para acceder a la enseñanza superior que buscan o necesitan.

Cuentan también entre las ventajas para cualquier haitiano, el clima, lo habitual en la alimentación, la gente y la cercanía con sus familiares.

Desde luego, para que un joven decida por su cuenta y riesgo irse de su país para hacer una carrera universitaria tienen que haber otras causas, algunas de ellas personales, sin duda, y otras de origen social. Si en cambio la motivación se origina en la familia, se puede aventurar la idea de que su situación en el país de destino será menos complicada.

Haití cuenta con decenas de centros de educación superior, pero a un joven graduado de bachiller en su país le puede resultar menos costoso y complicado irse a Santo Domingo y pagar como extranjero en una universidad como la del Estado, mientras trabaja para ayudar con el sustento y los gastos.

Si se trata de familias acomodadas, además de lo económico, les puede parecer más seguro enviar a sus hijos a estudiar en un ambiente como el dominicano y matricularlo en universidades de Santiago o el Distrito Nacional, que son las preferidas, según información del MESCyT.

En el fondo puede haber una motivación de corte estratégico, porque debe ser diferente formarse en Haití que hacerlo en Santo Domingo, un hecho que abre las puertas para el ejercicio de una profesión técnica o universitaria en muchos otros países del Continente.

Es, en todo caso, una relación de mutua conveniencia.
Es decir, de beneficio para el haitiano que busca un grado académico como puntal de su realización personal, y para el sistema dominicano de educación superior, que gana en prestigio y tiene tarifas especiales para los estudiantes de otros países.