Una experiencia maravillosa e inolvidable

Una experiencia maravillosa e inolvidable

Una experiencia maravillosa e inolvidable

Roberto Marcallé Abreu

MANAGUA, Nicaragua. Debo agradecer, como el que más, al presidente Rafael Abinader y al pueblo dominicano la oportunidad de permitirme laborar en el Servicio Exterior.

Mi ejercicio dio inicio en plena pandemia, en febrero del año 2021 y se extenderá hasta agosto del 2023, en Nicaragua.

Bien puedo decir que estos años han sido tan fructíferos como enriquecedores. Las vivencias y experiencias admirables y aleccionadoras. Significativos y sustanciales los conocimientos adquiridos. Osaría decir que son muy pocos, quizás de excepción, las damas y caballeros que tienen la oportunidad de disfrutar vivencias como las que puedo narrar. El ser humano es, en definitiva, ilimitado en su capacidad de aprender, ser útil y hacer el bien.

Apreciar un ejercicio como el diplomático desde esta óptica es enriquecerse espiritual y culturalmente, así como comprender en toda sus dimensiones y profundidad lo que es y debe ser nuestra existencia.

Porque, cuanto percibimos desde nuestra condición humana y trascendente posee una dimensión divina. Dios está en todas partes y nos observa atentamente.

El amor siempre está presente, la admiración por la infinita belleza de la creación vibra en nosotros, existe un anhelo profundo de proceder con generosidad y, lo que cuenta, es orientar nuestra condición humana hacia lo mejor.

He conocido a mujeres y hombres de numerosos países cuya cercanía, actitud, palabras, calor humano, me han llenado de asombro. La Embajadora de España, citemos un caso, es una dama tan amable y generosa que todo el tiempo estuvo muy cerca de nosotros. Es un ser humano agraciado por su belleza, una sonrisa llena de luz, una actitud tan cálida y afectuosa, que resulta imposible olvidar.

Solo en contadas ocasiones se conoce de cerca a personas como el canciller Denis Colindres y la vicecanciller Arlette Marenco. Se trata de personas extraordinarias, de una calidad humana excepcional, cuya naturalidad y calor humano dejan en nuestro espíritu un recuerdo imborrable. Agradecemos a los jefes de Estado de Nicaragua por habernos acogido en su país, su trato amable y deferente.

Asimismo, debo hablar con detalle de la generosidad y decencia de dominicanos que nos han ofrecido su amistad y cuyo proceder ha sido muy deferente. Me refiero, por ejemplo, al profesional médico Andrés Ortiz y su esposa, a doña Luz, una dama cuya sonrisa nos resulta inolvidable al igual que la suavidad de sus palabras, sus ojos tan amables y muchísimos otros.

No tengo palabras para agradecer la presencia en nuestras vidas de don René Terán, nuestro cónsul honorífico, así como de su hermosa familia.

Don René es una persona admirable en todo el sentido de la palabra. Respetuoso, extremadamente culto, siempre amable, siempre servicial. Es un honor haber compartido con personas de tanta calidad humana.

Personas definitivamente excepcionales. Agradecemos que siempre estuvo a nuestro lado para ayudarnos a comprender situaciones y realidades y asistirnos con sus consejos y conocimientos, su vasta experiencia, su singular cultura y talento.

No tengo palabras para referirme al personal nicaragüense que era y es como parte esencial de nuestra familia. Me refiero a Cersi, una dama de una capacidad asombrosa, y de una dulzura y una amabilidad excepcionales.

Siempre dispuesta a servir, a respaldar, a asistir, para que los asuntos administrativos correspondientes a las relaciones humanas y diplomáticas se estructuraran y presentaran de forma impecable.

Debo hablar de Karla, asistente del área consultar. Su vasto conocimiento, su ejercicio impecable. Y ni qué decir de esas damas que laboraban en el ámbito de las atenciones, como doña Ángela e Isabel.

No se me olvida la laboriosidad de Engels. Debo resaltar las labores a cargo de los agentes del Cuidado de las Embajadas y de su superior, una persona de una amabilidad y una calidad humana definitivamente admirable.