Gente malvada y depredadores de oficio

Gente malvada y depredadores de oficio

Gente malvada y depredadores de oficio

Roberto Marcallé Abreu

Lo que uno logra descubrir, con una cruda dosis de amargura tras vivir contados años fuera de República Dominicana, es que nuestra existencia se ha transformado de raíz: ya no sólo es difícil, sino muy difícil.

Las dificultades asoman por doquier, la amargura, el dolor y el sufrimiento hacen acto de presencia como un monstruo de mil cabezas, siempre al acecho, omnisciente y omnipresente.

No es incierto que entre nosotros la vida se ha vuelto más complicada, difícil y peligrosa. Y que quienes están al mando apenas tienen pocos años de ejercicio, lo que quiere decir que son herederos de un maligno y pervertido estado de cosas.

Lo evidente es que quienes administraron lo que denominamos la cosa pública antes del presidente Abinader, hicieron, en muchos órdenes, no solo un mal trabajo sino un malísimo trabajo. Los hechos y los datos están frente a nuestros ojos.

Con la excepción de ciertos factores a los que nos vamos a referir en algún momento, lo que resulta evidente es que existe una culpa terrible, aterradora, yo diría, en quienes administraron el país antes de la llegada del presidente Abinader. Tal y como se practicaba la política en este pasado inmediato no es extraño que estemos atravesando por una situación en extremo difícil y complicada.

La gente es lo suficientemente inteligente para percatarse de que, cuanto descubrimos con horror en nuestra cotidianidad, tiene el sello de los gobiernos pasados, de sus presidentes, de sus funcionarios, principalmente desde el 1996 en adelante.

Las encuestas revelan que la gente está muy consciente de que sus actuales sufrimientos y amarguras tienen nombre propio. Todos ellos pertenecen a personajes y sectores que todavía incursionan descaradamente en el debate público y, por su actitud y hasta por los amañamientos de ciertas encuestas, llegan a creerse absurdamente que tienen alguna posibilidad.

Y no, no la tienen. No pueden tenerla. Sus deprecaciones y saqueos, su pésimo manejo de la administración del Estado son como una sentencia. Hay quienes suponen que la mentira, la falsedad, el engaño, se introducen bajo la puerta con suma facilidad, pero no es así. Son contados los que estuvieron al frente de los asuntos del Estado que pueden exhibir una conducta válida. Uno observa sus ejercicios actuales, sus movimientos, sus fotos en los medios de comunicación.

Gracias a la infinita maldad de esa gente, a su desmedido apetito por bienes materiales y dinero, la vida del ciudadano es más difícil, más compleja. Ellos son los verdaderos culpables de que nuestra existencia se haya transformado en una suma interminable e infinita de dificultades y sufrimientos.

Nadie ignora que el actual gobierno tiene muchísimos defectos y fallas que deben ser corregidos con urgencia. Parte de lo bueno que se hizo en otros tiempos fue destruido o degradado por la politiquería. La depredación, los negocios turbios estuvieron a la orden del día. Demasiado compasivo es el Ministerio Público con esa gente.

La esperanza es que, en algún momento, sin componendas políticas y medias tintas, se aplique un esquema de justicia que finalice por mandar a mucha gente a las cárceles y, entonces se les devolverá a los dominicanos desposeídos y descalzos lo que en verdad les pertenece, en manos todavía de depredadores impunes que muestran en los periódicos sus amplias sonrisas pero que esconden las garras con las que depredaron de manera implacable el patrimonio que nos pertenece a todos y principalmente a los desposeídos del bienestar y la fortuna.