Un fenómeno se expande a los ojos de todos y no parece que se detendrá, porque su causal permanece como un mal de nuestro sistema productivo.

En todas las zonas urbanas existe una proliferación de negocios ambulantes o puestos de ventas informales. Para muestra un botón: en horas matutinas en cada cuadra de los barrios de Santo Domingo hay varios puestos de venta de yaniqueques atendidos por una o dos personas.

El causal: los deprimidos salarios para el personal no cualificado en las empresas formales.

No se vislumbran en el panorama económico medidas tendentes a mejorar las condiciones salariales de los empleados formales.

Por tanto, seguirán proliferando los puestos de ventas informales en las calles, porque por más exiguos que sean los ingresos de los que se dedican a estas prácticas, por lo regular son mayores que los salarios que podrían devengar en un empleo formal.

Pero en el primero de los casos, la personas están completamente desprotegidas, no tienen ningún tipo de seguridad social.

Por lo tanto, el país necesita que los trabajadores informales se formalicen y que los formales tengan mejores condiciones salariales.

Así lo proclaman con frecuencia líderes empresariales y hasta el mismo Presidente de la República, pero son escasas las acciones concretas para resolver ese dilema.