Optimismo presidencial

Optimismo presidencial

Optimismo presidencial

El optimismo es contagioso, suele decirse. Y en las condiciones actuales a todos cae bien una dosis, una buena dosis o una gran inyección de optimismo, según sea el caso particular. En este momento es importante y necesario.

Durante su intervención del pasado día 27, aniversario de la Independencia Nacional, el presidente Luis Abinader dejó ver su buen ánimo, el sesgo político propio del escenario en el que le tocó exponer sus memorias y hablar de sus propósitos, y su convencimiento de que lidera el empuje en la dirección apropiada.

Las acciones y las declaraciones de puro orden político han sido contestadas por la oposición, que siempre lo hace. Debe de haber un manual de estilo entre los oficiantes de ese mundo o una regla no escrita sobre el particular a la que recurren siempre.

Ahora bien, vista la enorme tarea que representa poner de nuevo al pueblo dominicano en el nivel de dinamismo económico, social y político de los días previos a la declaración de la pandemia, lo menos que se puede esperar es una dotación suficiente de optimismo, a menos que se pretenda librar una gran batalla con el ánimo en el piso.

El discurso presidencial puede ser dividido en dos áreas: lo hecho sobre la base de lo recibido, y lo que se propone sobre la base del presente.

Optimismo presidencial La primera parte suele ser causa de comezón en la piel de la política, la segunda de valoración de quienes prefieren encogerse de hombros y de los que miden sus fuerzas con el propósito de sumarse. De estos últimos se requiere el gran entusiasmo, que los otros empujarán en su momento.



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