Los daños del temporal

Los daños del temporal

Los daños del temporal

La noche del viernes, desde la media tarde, empezaron las lluvias en el denominado Gran Santo Domingo. Nada permitía suponer que aquel estuviera en camino de ser el peor de los días del año que casi llega a su fin, como consecuencia de una manifestación climática común en el país.

Porque aquí llueve en cualquier período, en cualquier mes del año, y a veces con esmero bíblico.
¿Por qué, si somos un país tropical y los efectos del clima pueden llegar a ser catastróficos, tanto cuando llueve demasiado, como cuando no, vivimos de espaldas a esta realidad? La respuesta es simple, y todos la conocemos: porque no nos importa.

Si alguien consulta el estado del tiempo al levantarse para tomar decisiones acerca de su día, ha de ser una excepción.

Y así pasó a ser el viernes de la semana pasada uno de esos días en que las aguas torrenciales de una situación meteorológica causaron el colapso del drenaje pluvial de la capital y ahora se discute si esta no habrá sido un área descuidada por las administraciones de la ciudad y por la administración central.

No hay que ser un genio para afirmar que las inversiones han sido insuficientes en el pasado y lo serán en lo porvenir, porque excepto por los que han sufrido pérdidas humanas como consecuencia del temporal, a todos en unos días les resultará indiferente si desde Meteorología, el Centro de Operaciones de Emergencias o la Defensa Civil se hace una advertencia sobre alguna alteración del clima.

Después de dos pronósticos con resultados pasajeros todos volveremos a darles de lado a las manifestaciones climáticas de cualquier tiempo, no importa si tienen lugar en la temporada ciclónica.

Los daños materiales han sido sustanciales, pero estos pueden ser reparados con más o menos esfuerzo. Las peores pérdidas son las humanas, a las que nadie podrá ponerles remedio.



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