¿División inevitable?

¿División inevitable?

¿División inevitable?

En política y más en medio de la incertidumbre de estos días, no es aconsejable hacer pronósticos. Pero por la violencia y los agravios a que ha llegado el enfrentamiento en el Partido de la Liberación Dominicana, la posibilidad del avenimiento entre las partes se aleja y la división parece inevitable.

Esa rivalidad viene de lejos. Hace años, desde el sector del doctor Leonel Fernández se habló del “hombre del bacalao” y desde el bando del licenciado Danilo Medina surgió la denuncia aquella de “me venció el Estado”.

Las aspiraciones irrenunciables a la misma posición fueron agriando el enfrentamiento, las ofensas y los atropellos se fueron agregando y después de los sucesos recientes alrededor del Congreso Nacional, la posibilidad de conciliación luce agotada.

Sobre todo, cuando no se ve una instancia de mediación con peso y prestigio que acerque los gladiadores a la mesa del diálogo.

Antes, don Rafael Herrera, monseñor Agripino Núñez Collado, el doctor Salvador Pittaluga, Freddy Beras Goico, entre otros, convocaban al diálogo y era difícil decirles que no. Ahora parecería que no hay mediadores y, con Fernández en sus trece y Medina en sus catorce, lo único que parece cierto es el choque frontal que podría dar cuenta de la ya menoscabada unidad del PLD.

Dos culebras no pueden vivir en la misma cueva, decía el general Macabón, en su estropeado español, por los tiempos en que Lilís se le imponía a Gregorio Luperón. Luego, Augusto Lora y Balaguer, Antonio Guzmán y Jorge Blanco, Jorge Blanco y Jacobo Majluta, el mismo Jacobo y Peña Gómez, el mismo Peña Gómez y Juan Bosch, todos ellos se envolvieron en esas luchas grupales y murieron divididos.

La historia parece reeditarse ahora en el PLD. El espíritu de facción rompió la autoridad de todos los organismos, la disciplina, los famosos métodos de trabajo.

Peor aun. La lucha entre peledeístas se ha trasladado a los poderes públicos, amenaza toda la institucionalidad de la República, ha desnaturalizado el Congreso Nacional, ha involucrado a los cuerpos armados, y su efecto perturbador gravita sobre la estabilidad política del país.

Hoy casi todo es impredecible, principalmente porque quien controla el poder estatal no dice nada. Así, para la oposición, lo aconsejable es seguir con atención las incidencias del enfrentamiento y prepararse para actuar audazmente en el nuevo escenario político y electoral que originaría una eventual división del PLD.



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