Una angustia que no cesa

Una angustia que no cesa

Una angustia que no cesa

Roberto Marcallé Abreu

Mis noches han estado asediadas por la angustia y la tristeza. Observo la vívida imagen de esa hermosa muchacha cuando se asoma a la ventana. Quien la llama fue, hasta hace poco tiempo, su compañero de vida.

Ella lo observa, quizás con una suma de alegría y preocupación. Él se aproxima con un ramillete de flores y rosas. Han afrontado dificultades, pero de ninguna manera eso significa que el amor ya no existe.

Entonces, sorpresivamente, el sujeto le arroja al rostro, los brazos y el pecho esa mezcla infernal conocida como “ácido del diablo”, un producto químico que destruye en segundos la piel y los músculos.

¿Se conciben tales niveles de maldad y de horror? Por un tiempo prolongado, esa práctica monstruosa cobró una extraordinaria vigencia en República Dominicana. La persecución contra vendedores y usuarios y las penas y castigos a que fueron condenados puso límites a esa conducta tan diabólica como deleznable. Pero tal parece que ha vuelto.

Es para preocuparse. Mientras los mejores esfuerzos del pueblo y sus autoridades se encaminan a devolver la normalidad a una forma de vida alterada por la pandemia, la anarquía, el robo, la degradación y el desorden del funesto régimen de los ocho años, hay quienes, en la oscuridad, elaboran y diseñan toda índole de perversidades para crear un ambiente de desasosiego que altere el normal desenvolvimiento de las cosas.

¿Cómo no estremecerse, por ejemplo, ante la trágica muerte de Carolina Polanco? La joven, de acuerdo a lo publicado, estaba a punto de deshacer un vínculo matrimonial disfuncional. Uno observa la foto de esta privilegiada muchacha de piel canela, sonrisa desbordante, el brillo de sus ojos como dos luceros de la noche. A su casa penetró un sujeto con las supuestas intenciones de violarla. Le asestó, entonces, más de treinta puñaladas que le robaron cruelmente la existencia.

¿Qué ha ocurrido con el actor Andy Iturbides? Este joven, de acuerdo a sus parientes, desapareció el pasado 19 de agosto, hace apenas unos días. Iturbides está aquejado de una “condición médica”. Y, debido a ello, “es una persona vulnerable”. Sus parientes, desesperados, han solicitado la ayuda de todos para localizarlo sin que hasta el momento estos esfuerzos tan intensos hayan dado resultados.

Una nota indica que “el reporte más concreto que tenemos sobre Andy es que lo vieron en las inmediaciones de Propagas, avenida La Pista entre Invivienda y El Almirante”. Estos eventos trágicos y preocupantes ocurren en un contexto en el que las autoridades vigentes procuran hacerles frente a los daños provocados por quienes fueron derrotados en las urnas hace un año y quienes dejaron tras de sí un país desconcertado, quebrado y atribulado en todos los órdenes.

Hace días, el director de presupuesto, José Rijo, declaró que el anterior gobierno puso en práctica “un sistema mafioso e ilegal que le permitió hacer gastos bajo línea para reportar préstamos no asentados como gastos por 300 mil millones de pesos”. El funcionario dijo que se trataba de “maniobras de lavado” con los recursos del Estado.

El trabajo de profilaxis social apenas si empieza. Hay nuevos aires y una actitud diferente. Solo que el sufrimiento provocado no cesa. Sigue latente como un corazón que palpita.
A esta distancia de miles de millas, cuando uno mira con los ojos cerrados la Patria distante, uno siente que se aceleran los ritmos de ese corazón y que las preocupaciones ensombrecen el espíritu.

Sí, también es cierto, repito: hay motivos para alegrarse porque, por primera vez en décadas, uno siente que la coherencia, los esfuerzos por salir de la angustia de cada día, los mejores ánimos de nuestro amado pueblo emergen de su letargo y se proyectan, gloriosamente, en todos los sentidos posibles.

 



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