Orlando Martínez hizo periodismo, vivió con dignidad y de manera digna ejerció uno de los oficios que necesitan a diario, más que palabras e historias, temple y convicción.

Murió abatido y doblegaron su cuerpo y su vida un día como hoy, pero nunca pudieron acallar el clamor de justicia que nació, justamente, a pocos minutos de su muerte; y se hizo justicia, al cabo de los años, la justicia que demandaron siempre diversos sectores de la sociedad.

Hay sombras y responsabilidades conexas con su desaparición, y que todavía cuentan con el abrigo protector del silencio. Así como llegó el tiempo para la justicia, llegará el tiempo para conocer toda la verdad, por más estremecedora que sea.

En el periodista Orlando Martínez tenemos uno de los monumentos a la verticalidad, emblema imperecedero de que este oficio puede convertirse en un verdadero instrumento de la verdad, libertad y defensa de los auténticos intereses, cuando se abraza con la misma pasión y los riesgos que demanden las circunstancias.

La enseñanza que dejó con su hoja de vida y servicio no la apagó su cobarde muerte.