No sé. A veces me siento de otro planeta. Llego a cuestionarme que aquello en lo que siempre he creido no es lo normal, sino la excepción. Y me siento un bicho raro. Dicen que si la mayoría piensa algo y tú no, tienes que revisarte.

Y en ciertas cosas lo hago, hasta he cambiado de opinión, pero hay otras que para mí no son negociables y ahora parece que no son importantes.

Creo firmemente en la fidelidad, en todos los sentidos, si estoy comprometida con algo o con alguien eso es inamovible y llegaré hasta el final. Eso me ha enseñado el valor del esfuerzo, de creer en otros y sobre todo de creer en mí, porque definitivamente es una decisión que yo tomo de comprometerme, y depende de mí llegar a buen puerto.

Ahora no. Ahora veo tirar la toalla al mínimo obstáculo y huir de las palabras responsabilidad y compromiso.

Creo en hacer las cosas bien. En el camino recto aunque sea el más largo, en tener mi conciencia tranquila y que si me equivoco, sea sin intención, más bien que sea porque no supe hacerlo, pero nunca porque no hice todo lo posible.

Creo en dar oportunidad a los demás, en enseñarles lo que sé, en que me superen y sean mejores que yo y alcen el vuelo y siempre sepan que cuentan conmigo. El éxito de aquellos a quienes aprecio me hace feliz, muy feliz. Ellos lo saben.

Creo en pensar con el corazón antes que con la mente, ahí es que he encontrado las mejores respuestas a todos mis miedos, dudas e inquietudes y ahí es que mi creatividad encuentra cabida.

Luego pongo los pies en la tierra, actúo, encaro problemas y salgo hacia delante.
Y no, no voy cambiar.