Extraño nuevo año

Extraño nuevo año

Extraño nuevo año

José Mármol

Es muy probable que el prestigioso Oxford English Dictionary (OED) ya tenga listo el término pandemia para declararlo palabra del año 2020.

O quizás, una menos popular, pero científicamente innovadora, como la palabra sindemia, que se define como epidemia sinérgica, es decir, la suma de dos o más epidemias concurrentes o secuenciales con interacciones biológicas, que tienden a exacerbar el pronóstico y la carga, en este caso viral, de la enfermedad.

El término, de acuerdo con Wikipedia, es un neologismo creado al unir las palabras sinergia y epidemia, que fue acuñado por Merril Singer, médico y antropólogo estadounidense, a mediados del decenio de los 90 y desarrollado en su libro “Introduction to syndemics”, de 2009.

Un factor relevante respecto de este término es que tanto los epidemiólogos como antropólogos dedicados a la salud pública coinciden en que las sindemias encuentran su caldo de cultivo en la inequidad sanitaria generada por la pobreza, el estrés o la violencia estructural como efectos de las condiciones sociales en la salud comunitaria.

La pandemia de la Covid-19, que al 23 de diciembre sobrepasaba los 1.7 millones de fallecidos a escala global con, paradójicamente, dada la pobreza como factor sindémico, cerca de 60,000 muertos en África, mientras que en América superaba los 820,300; en Europa más de 515,400; en Asia cerca de 298,000 y en Oceanía cerca de 1,200, sigue expandiéndose. Los contagios sobrepasaban a esa fecha los 77 millones en el mundo, de acuerdo con la fuente Statista.

Sin embargo, otras fuentes ofrecen datos globales a día de hoy como 81.2 millones de casos, 46 millones de recuperados y 1.77 millones de fallecidos. En nuestro país, los datos arrojan cifras recientes con más de l67,600 casos; más de 129,700 recuperados y poco más de 2,404 fallecidos.

Las cifras en morbilidad y letalidad son dolorosas y los efectos económicos y sociales de la pandemia del SARS-CoV-2 son catastróficos.

El inicio del proceso de vacunación es solo una señal alentadora. No significa, en modo alguno, la certificación anticipada de la crisis sanitaria ni la superación inmediata de los graves desafíos que en todo el mundo, y particularmente en nuestro país, la pandemia todavía representa. La vacunación habrá de ser seguida por la continua prevención.

Todo parece indicar que los fuegos artificiales, que anunciarán la llegada de un nuevo año 2021, brillarán sobre un firmamento sellado por la congoja, la desesperación, la incertidumbre, el luto, la sensación de fracaso o de irreparable pérdida, y en los casos de recuperación, una alegría esquiva, una dicha mediatizada por la sensación mundial de angustia que la enfermedad ha venido provocando a lo largo de todo el año.

El gran maestro antiguo Epicuro enseñaba a sus discípulos que sabio era aquel que evitaba el dolor; no quien creyese tener herramientas para enfrentarlo. Las autoridades sanitarias internacionales y las nuestras insisten en mantener activo el protocolo sanitario y sus tres aspectos básicos: uso de mascarilla, distanciamiento físico, limitación de miembros en reuniones y lavado constante de manos.

Todos somos conscientes de la importancia de la llegada de un nuevo año y el ritual celebratorio que conlleva. No obstante, el imperativo de este tiempo exige de sacrificio, prudencia y responsabilidad en el cumplimiento de las prevenciones sanitarias.

El presente es aciago, ciertamente. El futuro es, en cambio, esperanzador.

En tal virtud, apegarnos a los principios de responsabilidad ética y ciudadana, para cuidar de nosotros mismos y de los demás, se hace requisito impostergable e ineludible.
Será extraña, particular, inédita la llegada del nuevo año.

Aun así, será mejor verlo arribar y despedirlo luego. El de la vida es el valor preponderante. Feliz y saludable año 2021.



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