El peso emocional del momento como base de una decisión de tipo militar

El peso emocional del momento como base de una decisión de tipo militar

El peso emocional del momento  como base de una decisión de tipo militar

Frank Cestero Martínez y Cuco Peña, dos mártires del 14 de junio de 1959, conversan en el campamento guerrillero antes de llegar a Santo Domingo para pelear contra Trujillo por la libertad. agn

Parte II

La evidencia de la amplia oposición interna explica que la potencia del norte estuviera dispuesta a aceptar las exigencias de Venezuela en la Organización de Estados Americanos tras el atentado contra el presidente Rómulo Betancourt, organizado por el Servicio de Inteligencia Militar.

Al amparo de este giro, derivado de la confluencia entre el incremento de la resistencia y las transformaciones en el escenario internacional, desde 1960 un sector de la burguesía tradicional, cobijado detrás de la Iglesia y de Estados Unidos, se planteó confrontar a la dictadura. Aunque de manera imperceptible, una porción de la burocracia gobernante comenzó a albergar expectativas de un cambio político.

¿Podía haber una alteración mayor en un ordenamiento que escasos meses antes parecía inexpugnable? Sin embargo, la expedición se había saldado en un fracaso militar. No podía ser de otra manera, analizado el punto en forma retrospectiva.

El paradigma cubano resultaba inaplicable en República Dominicana, donde la oposición organizada era reducidísima, la generalidad del campesinado se adhería al régimen, no había antecedentes de luchas populares que hubiesen dejado una conciencia social de corte moderno y el régimen extremaba controles que daban lugar a un estado profundo de temor.

El punto de mira
Al concebir la expedición, organizadores y participantes partieron de la convicción de que esta tendría un amplio margen de éxito. No comprendieron suficientemente las características del despotismo trujillista.

Es lo que había llevado al Partido Socialista Popular en el exilio a condenar el procedimiento expedicionario como «aventuras armadas», a partir de las experiencias de Cayo Confites y Luperón.

Todos a una
Pero desde el mismo inicio de 1959 esta convicción fue sacudida, cuando la mayor parte de la diminuta membresía del partido comunista se adscribió al proyecto de la expedición.

Brunilda Soñé, esposa del militante José Arismendy Patiño, ha rememorado que si el partido se hubiese opuesto a los planes expedicionarios los que se enrolaron hubieran desconocido la disciplina. Aun cuando varios de ellos tenían nociones acerca de la realidad cubana previa a 1959, en medio del fragor de las ilusiones no calibraron las diferencias de los procesos de Cuba y República Dominicana.

Resulta hoy evidente que se subestimó el poderío de la dictadura aun ante el panorama inédito que abría la Revolución cubana.

Parte del problema estribaba en que no existían otras propuestas al alcance de la mano para materializar el objetivo de derrocar a Trujillo, en un momento excepcionalmente favorable que, por consenso, se estimaba que no debía dejarse pasar de largo.

Para los exiliados no había medios que les permitieran reinsertarse en la lucha interior. Se sabía, por otra parte, que los intentos de acabar con la vida del tirano, recurrentes desde los primeros años de la década de 1930, por lo general desembocaban en el exterminio de los complotados. Incluso, de manera sintomática, algunos de los abanderados de la oposición clandestina, como los esposos Minerva Mirabal y Manuel Tavárez Justo, se plantearon salir del país con la finalidad de sumarse a los preparativos en Cuba.

Para muchos expedicionarios, por tanto, no alistarse equivalía a una pasividad incompatible con su constitución moral. La certeza compartida de que probablemente marchaban a la muerte, no opacaba el no menos intenso convencimiento de que el sacrificio tenía sentido, dado que, por fin, la lucha resultaba factible y conduciría a la victoria.

Es probable que la seguridad en el triunfo y el sacrificio coexistieran en un complejo indefinido, comprensible dada la situación inédita en que se encontraban.

Predecible hoy, ayer no
El análisis no puede quedarse en la subjetividad. Al margen de la intención de los sujetos, sobrevienen los resultados. En la interacción de ambos planos radica la interpretación de los procesos que contribuye a la acumulación de conocimientos.

Más allá del predecible fracaso desde la óptica de hoy, resulta lícito aseverar que los expedicionarios se adecuaron a las exigencias del momento, si por tal se entiende consustanciarse de lo históricamente justo y progresivo. La decisión no era «racional», ciertamente, si concebimos como racional la adecuación de un cálculo para la consecución inmediata de una meta. Nadie se embarca en una empresa que se sabe fallida por adelantado.

Pero la expedición se insertó en la perentoria necesidad de movilización para superar el despotismo. Los expedicionarios tenían razón en proponerse, como tarea de vida, la liquidación del trujillato. Lo que ha acontecido con posterioridad no autoriza la conclusión de que el sacrificio no valió la pena.

Por el contrario, la ganancia de espacios democráticos, por más mediada que haya estado a causa de la primacía de las conveniencias del sistema, sería inimaginable sin los capítulos de luchas entre los cuales destaca Junio de 1959.
Pocos marxistas

Si se quiere, en cierto sentido los expedicionarios no obraron como marxistas, en componentes considerados centrales, que ponen el acento en la interacción entre fuerzas productivas y relaciones de producción y entre base económica y superestructura.

Muy pocos debían estar familiarizados con la teoría del materialismo histórico, con la excepción de algún venezolano o de los integrantes del Partido Socialista Popular, como lo recogió José Cordero Michel, uno de ellos. Conforme al programa del Movimiento de Liberación Dominicana, se cohesionaban alrededor de tareas democráticas avanzadas. No se podían plantear, en el momento, el contenido de avance del capitalismo que acompañaba a la dictadura. Ahora bien, ¿oponerse a Trujillo, en tanto que impulsor del capitalismo, implicaba colocarse de espaldas a la marcha de la historia? El enfoque materialista pondera el carácter progresivo del capitalismo, pero integrando sus contradicciones sociales y estructurales.

En tal sentido, fuera de consideraciones de contextos, resulta equívoca toda conclusión que conduzca a apoyar sin más el desarrollo capitalista, aun cuando en América Latina se lo enfocase por momentos como de corte «nacional». Con su accionar, los revolucionarios de 1959 cuestionaban la derivación evolucionista de la ortodoxia inaugurada por la Segunda Internacional, que hacía depender la acción del agotamiento de las condiciones objetivas.

Contra ella se había pronunciado Antonio Gramsci al calificar la Revolución rusa de 1917 como «la Revolución contra El capital», en alusión al criterio de los bolcheviques, dirigidos por Vladimir Lenin y Lev Trotski, de no atenerse al cumplimiento de una etapa democrática del proceso revolucionario como la que propugnaban los ortodoxos mencheviques.

La derrota

— Previsible
Los expedicionarios del 14 y 20 de junio de 1959 fueron diezmados por el peso del ejército de la dictadura y la falta de solidaridad con su causa por parte del campesinado dominicano, adicto a lo militar.

*Por ROBERTO CASSÁ

Historiador



Noticias Relacionadas