El águila gigante que “vive” en El Pomier

El águila gigante que “vive” en El Pomier

El águila gigante que “vive” en El Pomier

Santo Domingo.-La acumulación de ocho mil años de información, por muy rústica y poco convencional que para nuestro presente sea, siempre será un tema que apasionará a algunos, mortificará a otros y nos desafiará a unos pocos.

La convivencia de nuestros indios con tantas formas de vida y todas distintas, como son más de 6 mil especies de plantas y cerca de 8 mil especies de animales, incluyendo desde los invertebrados hasta los grandes mamíferos, como las ballenas; su relación con todas estas especies, desde el uso de plantas para curar hasta el uso de cocuyos para iluminar el camino por las noches, debió dotar a nuestros grupos aborígenes de tanto conocimiento y tal manejo de estos que para nuestra época actual resulta desbordante abordar dicho tema.

Y es ese desborde el que nos lleva a optar por esconder la cara antes que aceptar que eran, nuestros aborígenes, mejores personas que nosotros.

En la cueva de El Pomier

El más desafiante de los aspectos de ese tema es el de la comunicación gráfica entre familias, grupos, pueblos y culturas antes de la llegada de los europeos al Caribe y a América.

Tomemos una muestra gráfica de nuestras cuevas y analicemos si no es del más alto desafío esta cuestión de la comunicación prehistórica.

La gráfica que mostramos aquí se encuentra en el techo de un pequeño espacio abovedado de la cueva N.º 1 en El Pomier. Se trata de una escena en la que aparece una enorme ave que ha capturado a una persona, y que como toda rapaz, lo ha cazado para llevárselo y comérselo.

Luego veamos este pasaje escrito por Pedro Mártir de Anglería, uno de los Cronistas de Indias, en sus “Décadas del Nuevo Mundo”, escritas en 1523, y comparemos el pasaje con el conjunto pictográfico.

Encontraremos que Pedro Mártir de Anglería ubica la situación presentada en la foto, en el Darién, entre Panamá y Colombia, cerca del río Dabaiba o Dabeiba, y describe lo acontecido según se lo describieron a él algunos españoles que estuvieron y hablaron con aborígenes que vieron muerta a un ave gigante como la que vemos aquí.

Anglería hace una descripción tal del ave y sus hechos y como si estuviera frente a estas pinturas de la cueva N.º 1 de El Pomier.

Ave gigantesca

“Dicen que una de ellas era de tanto peso que no sólo ninguna rama de árbol a que se llegase la podía sostener sin romperse, sino que en razón de su mole dejaba impresa las huellas de sus uñas en las rocas a donde se dirigía para pernoctar”.

En relación con la segunda ave dice Anglería: “la otra, de menor tamaño, juzgan que sería hija de la más grande”. Y en cuanto a la procedencia de la información, el cronista cita a “los españoles que desde la desembocadura del Dabaiba recorrieron en sus naves aquellas regiones…, aseguran haber hablado con muchas personas que vieron muerta a la mayor”.

Al describir las acciones del ave gigante, Anglería dice que “el ave en cuestión agarraba al viajero y se lo llevaba para comérselo a la elevada cima de algún monte, tan fácilmente como suelen hacerlo los milanos (gavilanes D.A.) con el polluelo”.

Añade el cronista de indias que para deshacerse de la amenaza carnívora esculpieron en un palo la esfigie de un hombre y durante una noche de luna “abrieron un hoyo en un sendero cercano al camino donde la prodigiosa ave se dejaba caer, en busca de presa, desde las cimas montañosas, y clavaron en él el palo, dejando sólo sobresalir la figura del hombre”.

El mismo Pedro Mártir recuerda que estos aborígenes eran muy diestros en el arte de esculpir madera, también la piedra, algo muy desarrollado entre los grupos arawacos.

Buena muestra de esto dejaron nuestros taínos en todas las islas del Caribe.

Siguiendo con la narración hecha a Pedro Mártir, los indios se habían preparado con arcos, flechas, lanzas y dardos para eliminar al ave y se escondieron entre el follaje.

Así que en cuanto amaneció, y esta notó la presencia “humana” en la vereda, se lanzó a por su presa, “atacó la efigie sujetándola estrechamente, tanto le clavó las garras que se quedó imposibilitada de revolverse, dando tiempo a que los bárbaros, saliendo de su escondite, la asaetearan de modo que su cuerpo quedó más acribillado que un cedazo. Por fin se soltó, quedando muerta allí cerca”.

¿La misma de El Pomier?

La narración de Anglería termina informando sobre la exhibición pública del ave muerta, “a fin de librar los espíritus del miedo concebido”. Según lo recogido por los españoles, “las canillas del ave en cuestión eran… más gruesas que la pierna de un hombre grande, pero más cortas”.

En cuanto al ave más pequeña dice que “una vez muerta su madre, no se la volvió a ver”.

Lo más interesante para nosotros es la presencia gráfica, en una cueva de la Isla Hispaniola, de un hecho o leyenda ocurrida en Centroamérica. Y resulta interesante porque es una demostración más de cómo viajaron las ideas, los mitos, las leyendas, a través del continente y las islas hasta aparecer en esta, y precisamente en estas cuevas en El Pomier, donde parecen haber sido destinadas a ser atesoradas por cientos o miles de años.

Pero otro asunto interesante es que en realidad existió un ave gigante. Se trata del águila de Haast, un águila capaz de cargar con el peso de una persona, y cuya existencia confirman sus restos óseos en la Isla Sur de Nueva Zelanda.

El águila de Haast (Harpagornis moorei), descrita por Julius von Haast en 1870, aunque extinta por el año de 1400, podía volar a 80 kilómetros por hora y su tamaño y peso sugieren “una fuerza corporal de golpe equivalente al de un bloque de cemento que cae desde lo alto de un edificio de ocho pisos” (K. Warne, 2002). Se alimentaba de moas, aves no voladoras que pesaban quince veces más que ellas.

Su descripción aparece en leyendas maoríes, en Nueva Zelanda, pero, ¿pasaron las leyendas a Centroamérica a través del Océano Pacífico? ¿Atravesaron los maoríes el Pacífico hasta Centroamérica? ¿O llegaron estas aves como consecuencia de un huracán de los que se forman en el océano Pacífico, como dice Anglería que dijeron los indios?

En marzo de este mismo año, 2015, por ejemplo, ocurrió un superciclón con vientos de más de 300 kilómetros por hora que ha afectado sensiblemente el estado insular de Vanuatu, cerca de Nueva Zelanda, por lo que no es descartable la versión de una “tempestad” (como la que menciona Anglería) en el Pacífico Sur que haya tocado las costas centroamericanas.

Lo que sí parece evidente es que ha sido a través de la comunicación gráfica rupestre y oral, de generación en generación, de isla en isla, como nos han llegado, muchos cientos de años después, estas leyendas ahora parcialmente identificadas con hechos ciertos, como lo es la existencia hace siglos del ave gigante que podemos ver en la cueva N.º 1 de El Pomier.

Ahora, ¿sobrevivirán leyenda, ave, pinturas y cuevas, ante la embestida minera que amenaza con destruirlas?

*Por Domingo Abreu Collado



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