Descomposición en la escuela

Descomposición en la escuela

Descomposición en la escuela

Rafael Chaljub Mejìa

Cuando la sociedad no se ha repuesto aún de la consternación causada por la muerte a tiros del insigne Maestro Mateo Aquino Febrillet, la vuelve a estremecer de indignación la noticia de que en una escuela de La Romana una niña fue dominada por un grupo de sus compañeros de aula que la llevaron hasta uno de los baños del colegio donde estudiaban y la mataron a golpes.

Antes había circulado un video en el que, en un centro escolar de Boca Chica aparecen dos jovencitos trabados en una pelea a puñetazos, ambos ruedan por el suelo y uno aparece estrangulando al otro sin que nadie se digne separarlos.

Centros docentes o cámaras de torturas, es lo que cabe preguntarse. Más grave aún, porque al menos en uno de los casos, en el de la grabación, aparece una profesora haciendo el papel de árbitro del enconado combate de sus discípulos.

Y más todavía, una persona uniformada, aparentemente agente policial, se divierte también cuando se le ve moverse diligentemente por el escenario donde se desarrolla la pelea, sin que esa autoridad imponga el orden.

Uno manda sus hijos a clases, y al hacerlo, en gran medida transfiere su autoridad y confía la suerte de sus hijos a las manos de la escuela, especialmente del personal docente, que por principio y definición, tiene el deber de corresponder a la confianza de los padres de los alumnos.

Y fíjese usted cómo la irresponsabilidad y hasta el sadismo encubiertos en la autoridad, exponen los discípulos a la deformación mental y al menoscabo de la integridad física.
Se dice desde el Gobierno que aquí está en marcha una revolución educativa.

Muy bien que se atienda la educación. Pero algo más que construir aulas y establecer la tanda extendida hace falta en este país.

Nada de lo que se haga tiene sentido si la escuela se descompone en medio de la inseguridad y la violencia.

El Ministerio de Educación, en representación del Gobierno, tiene que responderle a la sociedad por estos hechos y garantizar que la escuela no se prostituya a causa de la negligencia y la irresponsabilidad. Igualmente, la Asociación Dominicana de Profesores debe hacer sentir el peso de su influencia moral, porque las últimas cosas que deben degenerar son el aula y el buen nombre del maestro, que ahora han sido puestos en entredicho.