Biblioteca Antillense Salesiana

Biblioteca Antillense Salesiana

Biblioteca Antillense Salesiana

José Mármol

Un efecto colateral de la globalización que ha sido, como es característico del fenómeno, implacable, en este caso con los interesados en los libros y el saber en República Dominicana, lo constituye la derrota del esfuerzo de libreros y librerías tradicionales, que han debido liquidar sus mercancías, saldar onerosos compromisos y cerrar sus puertas.

De esa manera se esfumaron, también por efecto de la revolución digital en la información y la comunicación, no solo espacios para el comercio de libros y revistas, sino centros de discusión y tertulias intelectuales que marcaron una época en la evolución del conocimiento y la cultura de los dominicanos. Quedan, contra viento y marea, algunas bibliotecas en las que se refugian esas ansias de saber ahogadas por la reificación de lo banal, actual, consumible y desechable.

La Biblioteca Antillense Salesiana (BAS) es una de ellas. Fue creada por la Orden de los Salesianos de la Provincia de las Antillas en 1957, en Arroyo Naranjo, Cuba, donde operó hasta 1960.

Desde ese año y hasta 1970 se traslada a Puerto Rico. En 1971 empieza a migrar hacia nuestro país, aunque íntegramente llega al Instituto Técnico Salesiano (Itesa) en 1984, y desde 1996 funciona en el barrio capitalino de Don Bosco, justo al lado del afamado colegio que lleva ese prestigioso nombre. Su crecimiento orgánico descansa en las donaciones de instituciones y personas, así como en adquisiciones en temas muy particulares como filosofía y libros dominicanos, habiendo llegado a atesorar más de 80,000 volúmenes, que se encuentran al servicio gratuito de estudiantes, lectores e investigadores, sobre todo, en materias humanísticas y sociales.

El personal de apoyo, escaso y necesitado de especialización, es pagado por los ministerios de Educación y de Cultura, “a sueldo mínimo”, precisa el director y duende infatigable de ese valioso proyecto, padre salesiano Jesús Hernández (España, 1929); un lector empedernido que domina ocho idiomas, educador y gestor del fondo editorial de la BAS, de la que ha sido parte desde su creación.

Colabora, para fortuna de quienes nos acercamos de vez en cuando allí, y del director, el destacado periodista y escritor José Carvajal, con quien pude conversar extensamente en una reciente visita acerca de la necesidad de proteger los fondos y de pensar en garantizarle un futuro cierto a la BAS, para tranquilidad espiritual del propio padre Hernández.

Para solo señalar grandes renglones bibliográficos que allí se encuentran subrayaría, en principio, los de filosofía, autores dominicanos y antillanos, religión, literatura, sociología, historia, psicología y educación, entre otros.

Uno de los logros que enorgullece al padre Jesús Hernández es el de contar con una vastísima bibliografía de títulos y autores específicamente dominicanos. Sin embargo, la BAS tiene en su haber amplias colecciones de títulos de los más destacados pensadores humanísticos de Occidente.

Además, posee una valiosísima hemeroteca, con colecciones completas de revistas y series periódicas ya desaparecidas.

De igual modo, la BAS ofrece servicios bibliográficos en el imprescindible ámbito digital, a través de cuyos programas (PROCITE y MICROSIS) el interesado dispone de más de 70,000 entradas de publicaciones humanísticas nacionales e internacionales.

En 2012, la BAS fue reconocida con el premio Brugal Cree en su Gente, renglón Arte y Cultura, por sus aportes al conocimiento y por su pasión en crear el Santuario del Pensamiento Filosófico Dominicano.

La BAS cumple 60 años de vida institucional en las Antillas de habla hispana.

Seis décadas también cumple el padre Hernández de vida sacerdotal. Sus dos inmensas vocaciones, la de religioso y la de bibliófilo, nacen y crecen juntas. Defendamos el futuro de la BAS como un patrimonio cultural de la dominicanidad.



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