Las sociedades tienen la obligación de proteger a todos sus miembros, pero muy en especial a los que están en situación de vulnerabilidad.

Los niños y los envejecientes suelen estar a la cabeza de esa lista.

Con frecuencia se olvidan los que caen en esa situación, porque tradicionalmente se ha creído que no están en condiciones de desarrollar sus talentos.

Suelen convertirse en vulnerables, porque se les suelen cerrar oportunidades de desarrollarse, quizás no de manera intencional, sino por desconocimiento o falta de conciencia.

Se trata de las personas que tienen algún tipo de discapacidad. Con frecuencia los demás suelen verlos con lástima, como si se tratara de seres humanos reducidos.

Y no es así.

Las personas que tienen esa condición por lo regular están en capacidad de ser entes productivos, autosuficientes, capaces de desarrollar otros talentos que los convierte en especiales.

De lo que se trata es de que la sociedad les de las oportunidades a las que tienen derecho.
Integrar a las personas con discapacidad a la cotidianidad nos hace una sociedad más inclusiva.