La muerte de un gran obispo

La muerte de un gran obispo

La muerte de un gran obispo

El fallecimiento de monseñor Juan Antonio Flores Santana enlutece a la sociedad dominicana en su conjunto, por tratarse de un hombre que siempre estuvo comprometido con la doctrina cristiana, con la democracia y con la sociedad en su conjunto.

Durante 26 años fue obispo de La Vega, sucesor del legendario monseñor Panal, unas botas difíciles de calzar, sin embargo su regia formación, su espíritu de caridad y su humildad a toda prueba lo distinguieron siempre como sacerdote y como obispo.

Por tal motivo, en 1992 fue llamado a prestar servicio a la entonces diócesis de Santiago, que bajo su dirección fue elevada a la condición de arquidiócesis.

En esa sede supo ganarse, como lo había hecho en La Vega, el corazón de la población, que veía en él un “pastor de almas” con “olor a ovejas”, como diría ahora el papa Francisco para referirse a los obispos que ejercen su ministerio codeándose con la feligresía, en especial con los más necesitados.

Su renuncia de la dirección de la arquidiócesis de Santiago tras cumplir los reglamentarios 75 años de edad no privó al episcopado dominicano ni a la sociedad de las orientaciones de un hombre sabio y humilde, siempre dispuesto a servir.

Con su muerte, República Dominicana pierde uno de sus grandes hombres.

Nuestras condolencias a sus familiares y la feligresía de la diócesis de La Vega y la arquidiócesis de Santiago, donde sirvió con tanto esmero.



Etiquetas