Cuba, o el que persevera triunfa

Cuba, o el que persevera triunfa

Cuba, o el que persevera triunfa

Rafael Chaljub Mejìa

Observé la ceremonia conjunta del secretario de estado Kerry y el canciller cubano Bruno Rodríguez en Washington, y confieso que no pude hacerlo sin emoción. Cuba me hizo revolucionario.

Fueron su resonante triunfo del primero de enero y la expedición antitrujuillista de junio de 1959, llevada a cabo con su aporte, incluso en sangre, los dos hechos que tocaron las puertas de mi conciencia, cuando era yo un jovencito, criado bajo la oscuridad del gobierno de Trujillo, y que residía entonces en un oscuro campo de la costa nordeste.

Luego, incorporado yo a la militancia de izquierda, el ejemplo de firmeza revolucionaria de Cuba, la victoria sobre los mercenarios de Girón, las canciones de Carlos Puebla, los discursos de Fidel, los comentarios de Radio Habana, fueron estímulos de incomparable valor para seguir luchando. Por eso, al presenciar aquella ceremonia, inevitablemente evocaba una historia muy larga y conmovedora.

Y yo, que conocí desde sus inicios la larga y cerrada hostilidad norteamericana contra Cuba, y la inclaudicable resistencia de Cuba ante la misma, me considero afortunado de haber vivido, desde mi posición política de siempre, el momento de la distención que ahora se abre.

Si no fuera por que Norteamérica ha prohijado situaciones como la de la península de Corea y mantiene en pie viejas herramientas de su política expansionista, como el FMI, la OEA, el Tratado de Río, la Junta Interamericana de Defensa, entre otros, podría decirse que al fin, ha terminado la Guerra Fría. Así de trascendente ha sido esto.

Ya el presidente Raúl Castro hizo justicia al reconocer la audaz determinación del presidente Barack Obama. Pero no hay dudas que lo resaltante en este caso ha sido la lección de dignidad aportada por un pequeño país que supo resistir aún luchando en condiciones de plaza sitiada.

Y la sabiduría de sus dirigentes, que ahora se abren al trato amistoso, sin actitudes jactanciosas ni rencores. Pero en pie de igualdad, como ha debido ser.

Porque nadie debió exigir condiciones inaceptables para la otra parte. Estados Unidos no podía demandar que Cuba soberana cambiara su sistema, ni Cuba pedirle al gobierno yanki, que, por ejemplo, rompiera con Israel, autor de las más escandalosas violaciones a los derechos humanos contra los palestinos.

Entonces, celebremos este acontecimiento y agradezcámosle a Cuba que ha probado al mundo una vez más que el que persevera triunfa.

 



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