¡Árbitros que avergüenzan y prensa que calla!

¡Árbitros que avergüenzan y prensa que calla!

¡Árbitros que avergüenzan y prensa que calla!

Quizás contrariando la lógica aristotélica, me voy adelantar al argumento de que el béisbol profesional local constituye una actividad esencialmente privada y que, por lo tanto, las únicas regulaciones que deben primar son aquellas emanadas de la Liga Dominicana de Béisbol Profesional (Lidom).

La anterior es una especie de falacia que, de tantas repeticiones de los interesados, hasta ha llegado a creerse en grupos ajenos al conocimiento de las obras de Aristóteles relacionadas a la lógica y que tocan los silogismos y la interpretación científica.

Veamos algunas cuestiones. El béisbol profesional no constituye un club privado al que se acude por membresía, sino un espectáculo público en el que se fijan cobros en función de un entretenimiento, en el que se ha verificado, aunque en apenas dos oportunidades, la intervención del Instituto Nacional de Protección de los Derechos del Consumidor (Proconsumidor).

Nadie niega que el “mercado negro” abusa en la reventa de boletas, bajo sospechas de que las administraciones de los estadios contribuyen con esa práctica.

Tampoco puede considerarse puramente privada una actividad en los escenarios, es decir, los estadios, a excepción del Francisco Michelli, son de propiedad estatal. Actualmente, el Gobierno invierte, a través del Ministerio de Obras Pública, más de RD$100 millones en trabajos de rehabilitación del estadio Quisqueya Juan Marichal.

Entonces, resulta evidente que los torneos otoño-invernales que se montan cada año en la República Dominicana no son tan privados como argumentan sus promotores y adláteres.

Esto significa que lo menos que debe hacer la Lidom es garantizar espectáculos dignos de los seguidores de los equipos.

Desafortunadamente, esa aspiración de calidad real se ha quedado en una aspiración, especialmente debido a un deficiente arbitraje que hace enfurecer constantemente a los fanáticos.

Un episodio de eso ocurrió el domingo de la semana pasada en un partido entre Águilas y Licey, cuando los árbitros dictaminaron una inexplicable jugada que fue considerada desacertada por fanáticos de los dos equipos.

“Listín Diario”, el único que lo reseñó, lo hizo irónicamente: “En la octava, después de una base por bola a Sergio Alcántara, hubo una revisión de un ‘swing’ corto de Emilio Bonifacio y fue cantado ‘wild pitch’, avanzando el corredor a segunda. Es la primera vez en la historia del béisbol que una pelota lanzada sale disparada del ‘home’ sin chocar con nada. Ahí fue expulsado Lino Rivera y también Wilín Rosario”.

Las quejas de los seguidores de equipos contra las decisiones de los “umpires” son generalizadas, aunque existen particularidades como las de los aguiluchos frente a Santos Castillo. No ha habido progreso significativo, a pesar de que la Lidom, optó por pagar en dólares a los extranjeros Andrew Libka, Blair Additon, Alan Livensparger, Abrahim Bacchus, John Costello, Casey Eaton y John Graham.

Mientras eso sucede a la vista de todo el mundo, al parecer una parte de la prensa deportiva, inexplicablemente, se maneja en medio de una especie de autocensura que contrasta con el resto del periodismo que se ejerce en el país.

El silencio mediático guardaría relación con compromisos contractuales y el temor de ser víctimas de las ilegales sanciones aplicadas por la Lidom al pelotero Juan Carlos Pérez, el cronista Luichy Sánchez y el locutor Fernando Holguín (Rubio Blondie); pero que cuestionaría los informes aprobados en las reuniones anuales de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que dan cuenta que en la República Dominicana están garantizadas las libertades de prensa y de expresión y difusión del pensamiento.



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