No verán mis ojos

No verán mis ojos

No verán mis ojos

Roberto Marcallé Abreu

La novela titulada “No verán mis ojos esta horrible ciudad” inicia con las palabras de alguien que se hace llamar Buenaventura Terrero y quien confiesa, a seguidas, que decidió escribir lo que denomina “Diario personal” motivado “por la sospecha y el miedo”.

“Nunca he sido una persona valiente, ni arrojada ni osada”, prosigue, y añade que “se ha visto implicado en eventos de cierta peligrosidad”. Se explica manifestando que sabe por instinto que “cuanto se califica como valentía es el control que procuramos aplicar a reacciones psicológicas y fisiológicas que la naturaleza estimula para la preservación de la vida”.

“Por eso, aunque inconscientemente para evitar situaciones embarazosas o mi propia vergüenza, procuro impedir que el temblor de mis manos, el sudor que baña mi frente, la voz vacilante y trémula, en fin, la exteriorización de las turbulencias que sacuden mi espíritu, termine por delatarme”, nos dice.

Quien habla es un hombre que acaba de vivir una experiencia que lo ha llenado de temor. “Aquella noche de agosto, sentado en la oficina del periódico y antes de comunicarme con el director, con los ojos cerrados y recreando en mi mente, como en una película, los macabros eventos que acababa de vivir, llegué a una conclusión: nos encontrábamos, ya, en el oscuro e impenetrable fondo del abismo”.

“No sólo por los hechos que acababa de vivir, no. Hubiera bastado con leer cualquier periódico, escuchar una conversación inocua de dos personas, salir a la calle, mirar cualquier programa televisivo. Nuestra existencia, observada así, ¿no era, acaso, un torpe simulacro? Una concatenación de absurdos, estupideces y falsas opciones”.
“Un desfile fantasmal de hombres y mujeres que se desplazaban hacia la nada. Ignorantes de todo y paradójicamente conscientes de que nuestra historia, era sencillamente una miserable comedia, una ridícula mentira”.

El personaje, en su profundo y desquiciante trastorno se hace una o varias preguntas. Se siente profundamente asustado. Se dice a sí mismo que, “en un momento, la ciudad se ahogaba en sangre. La sangre corría por las aceras y el asfalto. Descendía por los peldaños y cubría los paseos”.

“Mirar tanta sangre nos sacudía y convulsionaba las entrañas. ¿No era esa, acaso, la monstruosa realidad que se había ido gestando progresivamente, frente a nuestros ojos sin que nadie reaccionara? ¿No era hacia esos infiernos que terminaríamos por descender, después de tal acumulación de mentiras?”.

El capítulo concluye con estas palabras: “Creo, sin embargo, que debo redactar un memorial antes de proseguir. Explicar los por qué de estas ingratas, descarnadas y resentidas palabras”.

Estos párrafos figuran en las páginas 11, 12 y 13 de mi novela “No verán mis ojos esta horrible ciudad” que se publicó en el año 2009. La cita pertenece al segundo tomo de una trilogía. Este segundo tomo comprende 751 páginas.
Miro hacia atrás y me recuerdo enfrascado en la escritura por horas y horas. Luego, el proceso de corrección y de composición y, finalmente, la tirada del libro. En esos entonces, me hice el propósito de escribir una trilogía novelada sobre las dificultades de un país agobiado por una multiplicidad de problemas que, en esos entonces, se nos figuraban como irresolubles.

No obstante, cuando uno mira el entorno, se percata de que, aun con muchas dificultades, hemos avanzado y bien se puede decir que los temores de otros tiempos se han ido diluyendo porque los problemas de entonces no son los de ahora. Y, al releer este segundo tomo de la trilogía uno siente que la esperanza, en estos tiempos, ocupa un espacio más extenso.



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