Mirar las cosas pequeñas

Mirar las cosas pequeñas

Mirar las cosas pequeñas

¡Reprobaron los árbitros criollos en el béisbol!

La expresión anterior podría resultar insignificante para la generalidad de los integrantes de la sociedad dominicana.

Pero no debía serlo. Una sociedad determinada constituye la suma de cosas, una parte aparentemente pequeña, que en la cotidianidad de la vida van sucediéndose con el protagonismo de la totalidad de sus integrantes.

El próximo sábado se inicia el principal pasatiempo de la sociedad dominicana, que es el torneo de béisbol profesional, una actividad que durante casi cuatro meses hace olvidar muchos aspectos de la cotidianidad del país. Y el lecho de que la Liga de Béisbol Profesional de la República Dominicana (Lidom) anuncie que ocho árbitros estadounidenses verán acción, por primera vez en varios años, significa que los locales reprobaron, por no decir que fracasaron en el cumplimiento de su responsabilidad.

Los equipos Gigantes del Cibao, Leones del Escogido, Estrellas Orientales, Toros del Este, Tigres del Licey y los campeones Águilas Cibaeñas optaron por pagar en dólares a Andrew Libka, Blair Additon, Alan Livensparger, Abrahim Bacchus, John Costello, Casey Eaton y John Graham.

Esto no debe verse como algo insignificante. La realidad es que fracasaron los árbitros dominicanos que durante los últimos años tuvieron esa tarea en el torneo de béisbol profesional local. Sin embargo, muchas otras cosas como esa las pasamos por alto, sin detenernos a pensar que restan en los esfuerzos que construir una sociedad justa, democrática y de progreso social.

Por ejemplo, los dominicanos somos los “campeones” en el dopaje de los jugadores del béisbol de las Grandes Ligas, seguimos apareciendo en los últimos lugares del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA), avanzamos hacia una sociedad de la ruindad, la corrupción no parece ser un problema grave y la solidaridad cada vez más se convierte en un bien escaso, entre otras cuestiones no menos relevantes.

Las auscultamos como cosas pequeñas, marginales e irrelevantes. Esto ocurre en momentos en que la República Dominicana tiene por delante la Agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, un compromiso asumido en septiembre del año 2015, en el marco del Sistema de Naciones Unidas, que incluye 17 objetivos globales, 169 metas y más de 200 indicadores a los que hay que dar un continuo seguimiento.

Todo ello implica la existencia una sociedad cohesionada, institucionalizada y que confiera a la cotidianidad un enfoque integral, a fin de superar trabas y desafíos respecto a rezagos productivos, la degradación del medio ambiente y los recursos naturales, así como la pobreza, la desigualdad social y aspectos claves asociados a la misma, tales como el analfabetismo, la inseguridad, la falta de oportunidades, el embarazo de adolescentes, la mortalidad materna e infantil, el desempleo y la violencia de género.

Los esfuerzos que se hacen en procura de fortalecer la calidad de la educación podrían constituirse en el punto de partir para crear la conciencia necesaria en procura de alcanzar esos propósitos.

El aporte de la educación al desarrollo de una determinada sociedad es múltiple y se manifiesta en las dimensiones ética, social, económica, cultural y política.

En ese sentido, resulta indudable que esta constituye un medio privilegiado para asegurar un dinamismo productivo con equidad social, favorecer la democracia mediante la promoción del ejercicio ampliado y sin exclusiones de ciudadanías, avanzar a mayor ritmo en la denominada sociedad del conocimiento y enriquecer el diálogo entre los sujetos de diferentes culturas y visiones del mundo.

Pero de poco serviría la educación, si la sociedad dominicana continúa apartando la mirada de las cosas pequeñas que, finalmente, son las que nos harían grandes en un mundo global.



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