La vida como misión

La vida como misión

La vida como misión

Altagracia Suriel

Concebir la vida como proyecto del Dios que nos elige para construir su Reino nos permite encontrar sentido, planificar en función de lo que Dios quiere de nosotros y hacer una contribución concreta de servicio desde lo cotidiano.

La misión como sentido de la vida:
La vida vivida como misión es posible desde la vocación que Dios da a cada uno de sus hijos. Los profetas, los grandes hombres de fe y Jesús, recibieron el llamado de su Padre a cumplir una misión en este mundo. Todos tenemos la misión común de mejorar este mundo para Dios y los seres humanos.

El llamado de Dios es recurrente en Palabra. En el profeta Jeremías vemos el misterio de cómo Dios nos elige para ser colaboradores de su plan de salvación para este mundo: “Antes de que yo te formara en el vientre de tu madre, ya te conocía. Antes de que nacieras, ya te había elegido para que fueras un profeta para las naciones” (Jeremías 1:5-12).
Planificar en función de lo que Dios quiere de nosotros:

Organizar la vida en función de lo que Dios quiere de nosotros es fundamental para la realización y la felicidad humana. Huir de la misión de Dios puede ser un gran riesgo para la existencia. Resistirnos a la voluntad de Dios puede llevarnos a la ruina o a la perdición. El profeta Jonás nos da ejemplo de las consecuencias que la desobediencia y la rebeldía ante el plan de Dios pueden acarrearnos.

La misión como contribución:
La misión de vida no se reduce a nuestros planes de éxito personal o profesional. La misión que Dios encomienda implica hacer todo lo que se hace con un propósito trascendente.

¿De qué nos vale poseer riquezas y fama si al final llegamos ante Dios con las manos vacías? Las manos llenas son el amor que damos, las heridas que curamos, las lágrimas que enjugamos, el hambre y la sed que saciamos, las vidas que ayudamos a encontrar el camino de Jesús, las huellas positivas que dejamos, que son eternas y el único tesoro en este mundo.



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