La pesada carga del clientelismo heredado, nos hundirá

La pesada carga del clientelismo heredado, nos hundirá

La pesada carga del clientelismo heredado, nos hundirá

Porque: Vivir del cuento y la

vagancia, parece mejor.

 

El hombre todo lo perfecciona en

torno suyo; lo que no acierta, es

a perfeccionarse a sí mismo.

Luchando contra la peor pandemia que en estos tiempos puede atacar a un país y que precisamente no es el Covid-19; así estamos, peleando sin muchas esperanzas de ganar en contra de la ignorancia y la falta de responsabilidad ciudadana, aún parezca un absurdo, es en esa etapa de la guerra por sobrevivir,  que nos encontramos.

Nadie respeta a nadie ni nada, siquiera las propias autoridades respetan  sus  uniformes, ya que la ley es aplicada solo por segmentos, selectiva y no general, como debería o se supone debe ser. Es por eso que un importante sector de la población, desde hace tiempo, se dio cuenta de que podría hacer y deshacer en base a su condición económica o política, destacándose entre estos, los agrupados en el cada día más creciente conglomerado, correspondiente a los mal llamados “pobres padres de familia”, y aún parezca algo inaudito, a ellos se le unen diariamente parte de una clase media baja, solo en busca de todo aquello que con su trabajo no logran obtener, como es el de apartamentos y casas modestas para vivir.

Y esta gran madeja de irresponsabilidades, se inició con el clientelismo político, que cual pollo de granja, fue altamente alimentado por una casta política corrupta, inepta y endiabladamente maquiavélica en su accionar, la misma que ahora, después de haber entregado el Estado con las gomas lisas, porque los nuevos conductores gritan por no poder transitar con seguridad por las carreteras que conduzcan a este pueblo a un mejor vivir, pretenden desmentir lo indesmentible.

El trabajar se ha convertido, para los que así lo hacen, en un estigma que los identifica, como pendejos. Cada día escuchamos en labios de los llamados a poner alivio a esta situación, que ya están trabajando en “Ejes y Plataformas”, sustentadas en hacer firmas de convenios para adecuar leyes y reglamentos a los intereses de aquellos que les producen dolores de cabeza a las autoridades, es decir, los pobres padres de familia. Y en eso se nos va el tiempo, donde al parecer, ejercer la autoridad hasta donde y como lo establecen las leyes, primero tenemos que consultar a los que en la realidad, no tienen nada de pendejos.

Y así, por ese estilo, han ido transcurriendo los años, donde la institucionalidad se ha ido escurriendo lenta pero, inexorablemente por un sucio embudo, donde los “honorables” políticos, han jugado a su antojo, a sabiendas de que este pueblo, o mejor dicho, esta clase media, la que al final es la que produce riquezas en base a su trabajo, permanece callada y sumisa ante los abusos de una clase política indecente, abusiva y corrupta, para la cual no hay justicia que valga, ya que para ellos; “es solo, un pedazo de papel higiénico usado”.

Me cuesta pensar que todo aquel que se muestra renuente aceptar o negar nuevas ideas o procedimientos, sin antes estudiarlos o ponerlos a prueba, sea una negación a la existencia del futuro y una condena eterna a la degradación del Estado.

Se hace difícil, en ocasiones, determinar con o contra quien juegan las autoridades; si continúan siendo políticos en busca de su gloria o intereses personales, o son funcionarios para defender y proteger al pueblo de las garras hasta de sus propios compañeros.

En realidad estoy confundido, ya perdí la noción de clientelismo político o trabajo en bien de la Nación. Más bien, me llevan a creer que existe una relación biunívoca entre quienes mandan y los desaprensivos “pobres padres de familia”, esos que prefieren motoconchar  o esperar a “Solidaridad”, en vez de ir a trabajar en las incontables obras que tanto el empresariado como el gobierno llevan a cabo y que por demás, tampoco se preocupan  por aprender nada, ya que con un poquito de gritería, consiguen satisfacer sus necesidades extorsionando los gobiernos que como ya es costumbre, se postran ante esta cruda realidad y que con prebendas irónicas y vergonzosas, tratan de acallarlos. ¡Sí señor!