La luz y las tinieblas

La luz y las tinieblas

La luz y las tinieblas

Roberto Marcallé Abreu

Cuando cualquier ciudadano se entera del caso de Kamil Marie Nova, una joven de 19 años que falleció a fines de mayo, es probable que sienta como un desgarramiento en las entrañas.

Y quizás se pregunte si este malogrado estado de cosas que sufre la mayoría de quienes subsisten en un país mil veces robado, depredado y abusado tendrá fin alguna vez. Si seremos testigos del término de tantos abusos y la deplorable depredación de los bienes públicos.

Los parientes de Kamil Marie Nova no han podido tramitar su necropsia ni velar sus restos mortales. Kamil fue internada en la clínica Independencia el 18 de mayo “por presentar un cuadro de insuficiencia respiratoria” (Ycell Suero, Diario Libre).

Falleció cuatro días después.
Su madre Katia García Pineda revela que previamente “se le practicaron varios estudios y análisis que no arrojaron el tipo de padecimiento que padecía”.

Los administradores del centro médico informaron a los parientes que “no podían entregar sus restos mortales”.

La cuenta del centro médico asciende a un cuarto de millón de pesos. La joven no poseía seguro médico. “No tenemos ningún cadáver retenido”, explicaron. “Simplemente tenemos una cuenta por cobrar. A usted le damos un servicio y usted paga por ello”.

¿Acaso a usted lo atormentan los mismos pensamientos que a muchos? Escuchar, ver o leer las noticias del diario acontecer nos obliga a asumir conclusiones muy amargas. Por ejemplo, que el dominicano ha dejado de ser quien era. Tantas amarguras y sufrimientos, desde hace décadas, han provocado un cambio fundamental en su conducta. Ahora es más violento e intolerable. Abundan los insatisfechos y los amargados.

El hambre, la necesidad, la pérdida de la integridad y el respeto a sí mismo ha tocado ruidosamente sus puertas. Ya no sorprenden el sicariato, el crimen brutal, el tráfico de drogas, la conducta antisocial en todas sus horrendas manifestaciones. La conducta moral de mujeres y hombres nos deja pasmados.

Cuanto ocurre es la lógica culminación estos meses de indefensión y de tormento, dolorosos y devastadores. Y años y años de carencias, necesidades insatisfechas, marginación social. El confinamiento ha sido una situación traumática, de impotencia, que ha abierto las compuertas de tanta descomposición acumulada.

El confinamiento le ha dado el tiro de gracia a la división de la familia dominicana.
Confrontaciones sin fin. Conductas exaltadas e incontrolables en niños y jóvenes. El trato decente, amable, desaparece. Imposible ocultar el desencanto, la amargura hasta el rencor y el odio de muchos. Circular por las calles es peor que antes.

La conducta de muchas jóvenes vertida en las redes sociales es inconcebible.
Crecen los robos, asaltos, el estupro, el crimen, la violencia generalizada. La confianza es difícil y complicada. Nadie olvida el trauma de las filas interminables, los altos precios y la escasez. Comprar alimentos o medicamentos, retirar algún dinero de una entidad bancaria, era un verdadero infierno.

Decenas de miles perdieron sus empleos y con ellos su dignidad. Las autoridades golpeaban y apresaban a quienes permanecían en las puertas de sus casas hasta para respirar. La situación ha sido de profundo malestar, paralela a la feroz depredación de los recursos del Estado.

Los mismos de siempre. ¿No basta ya de tantos robos, abusos, de tanta desidia y desatención?

Si el ciudadano no asume su responsabilidad y se decide por aunar fuerzas y hacerle frente a este malogrado estado de cosas, el futuro de la Patria está en “veremos”. Vivimos asediados por grandes peligros.

Nuestra integridad está amenazada. Si ignoramos cuanto ocurre, difícilmente podremos dar el frente a las siniestras intenciones de quienes se desviven por nuestra liquidación definitiva. Luz y tinieblas. El horizonte está plagado de nubes de tormenta.



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