La derrota de las humanidades, por las humanidades mismas

La derrota de las humanidades, por las humanidades mismas

La derrota de las humanidades, por las humanidades mismas

José Mármol

La visión más complaciente, por simplista, acerca del problema de las humanidades en el ámbito de la educación actual y por mor, hay que admitirlo, de las reformas educativas de la modernidad y la posmodernidad globalizadas, y, por si fuera poco, sujetas a las crisis económica, social y climática mundiales, estriba en creer que su decadencia se debe a que asignaturas como filosofía, ética, historia, antropología, sociología, artes conceptuales y prácticas, religión, ciencias de la conducta, entre otras, han sido purgadas y excluidas del programa educativo, en aras de incluir aspectos o campos de estudios más técnicos o de mayor perfil científico y utilitario frente a las necesidades profesionales de un mercado desafiado a crecer, para subsistir, dentro y fuera de las fronteras de los Estados nacionales.

Ciertamente que poner en agua de borrajas a las disciplinas humanísticas clásicas que han contribuido a la formación de mujeres y hombres de espíritus sensibles, solidarios y política y socialmente comprometidos con los valores de la democracia y el bien común constituye un sacrilegio.

Especialmente, si se lleva a efecto mediante reformas educativas que, contra la elitización y por la masificación del saber (educación para todos como sinónimo, en términos de calidad, de educación para nadie) propugnan por el predominio de métodos para el conocimiento técnico, práctico o de saberes menores para responder a esa imperante necesidad de eficiencia del realismo económico de la economía mundial, que de acuerdo con Ulrich Beck, se empecina en formar tecnocráticamente individuos con pensamiento propio para que sirvan al pensamiento ajeno.

Teniendo en buenas bazas el porvenir técnico-eficiente de la educación del ser humano del siglo XXI como consecuencia de la puesta en vigor de una educación preuniversitaria y superior basadas en métodos resolutivos a secas de las fluctuaciones críticas de los mercados y las economías de guerras virtuales y capitales golondrinas, cuando no, que solo atienen a los modelos matemáticos más duros y a la reificación del método científico-natural por excelencia, no parece ser cierto que vayamos a resolver los problemas de un mundo y un individuo globalizados. De ahí que conozcamos hoy auténticos salvajes tecnificados, incluso, cultos y sofisticados; pero, sin alma y sin compromiso con salvar la humanidad.

Peor aún, las humanidades se sienten hoy día en bancarrota, y su prueba más fehaciente es la mediocracia de algunas de las profesiones actuales, también por culpa de las humanidades mismas, cada vez, si llegan a permanecer como parte de la enseñanza, más degradadas y degeneradas; cada vez más apartadas de los valores humanísticos que, en pro de una mejor humanidad, y no es un juego de palabras, les dieron origen desde la Antigüedad clásica hasta la Ilustración, el romanticismo y la era hegeliana del espíritu; cada vez más desprestigiadas al quedar en manos de insufribles guardianes, que, no teniendo otra opción para alcanzar un título universitario, se refugiaron en alguna carrera de la Facultad de Humanidades, porque eran o siguen siendo menos exigentes, más fáciles y no tienen nada que ver ni con las matemáticas ni con las ciencias exactas; cada vez menos hambrientas de la curiosidad intrínseca a la voluntad de saber.

Tanto daño ha causado el virus como el antídoto para combatirlo.

La importancia de la investigación con valor humanístico, como voluntad y actitud de saber, de descubrir nuevos horizontes del conocimiento y del espíritu para mejorar las condiciones de la vida contemporánea, descansa en el hecho de que conjuga los atributos de la ciencia, la técnica y la creación artística.

Se trata, pues, de ir más allá de las humanidades como las tenemos hoy, para llegar al valor humanístico del conocimiento mismo.

Es en la conjunción y no en la exclusión como compartimientos estancos, donde radica la posibilidad de supervivencia de las humanidades en un mundo de problemas, demandas y esperanzas sociales globalizados. Para que, al final, vuelvan a ser útiles a la humanidad, hay que tratar de salvar a las humanidades, ante todo, de las humanidades mismas.



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