Escandalosa injusticia

Escandalosa injusticia

Escandalosa injusticia

Rafael Chaljub Mejìa

«La libertad, Sancho, es uno de los más
preciosos dones que a los hombres
dieron los cielos; con ella no pueden
igualarse los tesoros que encierra la
tierra ni el mar encubre. Por la libertad,
así como por la honra, se puede y debe
aventurar la vida. Y, por el contrario,
el cautiverio, es el peor mal que puede
venir a los hombres», Miguel de Cervantes

Felicito a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, a su infatigable presidente, doctor Manuel María Mercedes, por haber contribuido a reparar una escandalosa injusticia.

Luis Peña Valdez narra que tuvo una discusión con otro ciudadano al que le fue a cobrar un dinero.

El deudor llamó a un amigo policía, Valdez fue apresado sin orden motivada y escrita, enviado en cosa de horas al infierno de La Victoria, sin expediente ni sentencia condenatoria, y allí llevaba doce años.

No hay cómo reparar el daño sufrido por este hombre a costa del bien supremo de su libertad y ojalá logre superar el trauma que esta experiencia puede causarle a cualquiera.
Pero es preciso ir mucho más al fondo y emplazar al Estado, especialmente a su sistema judicial, a que dé la cara y responda.

Con la justa indemnización a que la víctima tiene perfecto derecho y con el castigo a los culpables.

Dónde está y cómo se llama el que lo mandó a trancar, los que lo mandaron por la vía rápida a La Victoria, los que lo mantuvieron allí por doce años, los que conocieron de esa barbaridad y pudiendo hacerlo, no la enmendaron. Hay que tener muy poco concepto del valor de la libertad, para tolerar semejante situación y una sanción podría contribuir a enseñarles a muchos abusadores que con el don precioso de la libertad de los ciudadanos no se juega.

Y algo peor. No tengo dudas de que hay muchos casos como ese en esos cementerios de hombres vivos que aquí les llamamos cárceles. Conozco, al menos, el de un joven amigo juzgado por alegada seducción a una sordomuda y condenado a veinte años. Un muchacho indefenso, obligado a resignarse a pasar su juventud encerrado a causa de una condena a todas luces desproporcionada.

Aquí abundan los abusos contra los de abajo y no proceder contra los responsables, es seguir haciéndole culto a la impunidad. Esa misma impunidad contra la cual la parte sana de la sociedad se ha pronunciado en forma tan enérgica y rotunda.



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