El peligro de esa otra mentira

El peligro de esa otra mentira

El peligro de esa otra mentira

Rafael Chaljub Mejìa

El Secretario de Estado norteamericano Antony Blinken, ha denunciado la existencia de una base de inteligencia de la República Popular China en Cuba.

El canciller cubano Bruno Rodríguez ha desmentido semejante información, ha reiterado que Cuba no constituye amenaza para ningún otro país y advertido que detrás del pronunciamiento de Blinken subsiste el interés de los gobernantes yanquis de endurecer las medidas del bloqueo a que los norteamericanos han sometido a la isla.

Por más descabellado que parezca, lo dicho por el aludido Secretario de Estado reviste una gravedad que no se debe pasar por alto. La historia ha probado una y otra vez que ese tipo de acusación no se lanza por capricho ni mera casualidad y hay que salir a rebatirla.

El mero hecho de que un país que se presenta a sí mismo como el campeón de la democracia y la libertad se preste a andar mintiendo a sabiendas, debe ser motivo más que suficiente para que todo hombre o mujer con suficiente concepto de justicia, se considere burlado en su inteligencia.

Habla de base extranjera en Cuba, el país que ha sembrado el mundo de bases militares y que, desde hace más de cien años usurpa una parte del territorio cubano en la bahía de Guantánamo, convertida en instalación militar y peor aún, en centro de horrores y torturas contra prisioneros indefensos.

Peor todavía. Estados Unidos intervino a Cuba cuando a finales de la guerra victoriosa que este país libraba contra España, los norteamericanos construyeron la leyenda en torno al sabotaje y el consiguiente hundimiento del acorazado Maine en el puerto de La Habana, el 15 de febrero de 1898.

Bajo la falsedad de que los constitucionalistas andaban cortando las cabezas de monjas y sacerdotes en las calles de Santo Domingo, y de que el movimiento revolucionario estaba bajo el dominio de cincuenta y dos comunistas, con el Che Guevara a la cabeza, se ordenó el desembarco de la infantería de marina contra nuestro país en 1965 y todos conocemos las trágicas consecuencias.

Irak fue destruido y saqueado bajo la falsedad de que el gobierno de Saddam Husein tenía armas de destrucción masiva en su poder. Las armas nunca aparecieron, pero Irak y su pueblo sufrieron y sufren la tragedia que tomó aquella falsa acusación como pretexto.

Cuba sigue siendo la obsesión de los belicistas norteamericanos y ninguna acusación como esa del señor Blinken se debe subestimar por más irracional que parezca.



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