¿Quedará algo para los dominicanos?

¿Quedará algo para los dominicanos?

¿Quedará algo para los dominicanos?

Mucho se ha hablado del proceso de deterioro moral e institucional que sacude al país. Y, de vez en vez, surgen voces clamando por un cambio de rumbo. Pero nada sucede.

Más bien, sigue ahondándose el abismo entre los grandes propósitos colectivos y el afán de lucro individual, que no repara en ningún método, por perverso que resulte, en su propósito de despojo de las riquezas naturales y sociales propiedad del colectivo humano que se ha cobijado bajo el proyecto dominicano.

Los más recientes capítulo de la tragedia institucional que nos abate,  productos  del pacto entre el presidente de la República y el presidente del PRD, no sólo despojan a los ciudadanos(as) del derecho a someter recursos de inconstitucionalidad, atan el ejercicio médico a los dogmas medievales, reducen los derechos colectivos de los  y otorgan muchas más prerrogativas autoritarias al presidente de la República, sino que consagran la apropiación de las playas y otros recursos naturales al voraz interés privado de extranjeros y criollos.

Este es el colmo del entreguismo. Es el acto más ruin, un palo acechao a uno de los pocos escenarios que el pueblo dominicano aún siente suyo.

Es, además, un acto de desvergüenza sin límites, pues muchos de los asambleístas que el día anterior habían rechazado la propuesta que otorga derecho constitucional a la propiedad privada de las playas, un rato antes del anuncio del  inicio de un proyecto turístico en Miches, liderado por la familia Cisneros, fueron vistos levantando sus manos para aprobar lo contrario, violando el reglamento de la llamada Asamblea Revisora.

Desde los primeros pasos de la colonización ha habido gente siempre dispuesta a inclinarse en reverencia frente a toda suerte de aventureros y estafadores extranjeros. Lo que no imaginábamos es que podían llegar al extremo de hacer un hoyo a pico y pala, para arrodillarse desde un subterráneo.

A Guacanagarix y a todos los que se maravillaron con las cuentas de colores y los espejitos que los españoles les cambiaban por oro se les puede perdonar la inocencia, o quizás mejor, la ingenuidad.

Pero a los contemporáneos de su talante, si por algo habrá que recordarlos es por la insaciable ambición. Esta vez no hay espejitos para ellos. Ellos son los que andan repartiéndolos.

Las cuentas de colores y los cristales donde los indios podían ver sus propios rostros eran cosas tangibles, ellos podían tocarlas y tenerlas entre las manos, aunque no tenían valor mercurial.

El nuevo engaño es a cambio de ilusión, un espejismo que se esfuma cuando parece que nos acercamos: dos mil millones de dólares, que el pueblo dominicano nunca verá y que sólo servirán para que unos cuantos miles de “nativos” obtengan un empleo mal pagado, para trabajo de jardinería, guachimanes, friegaplatos o bufones, mientras los puestos de trabajo calificados los ejercen los extranjeros, además de repatriar los beneficios.

Creo en el desarrollo turístico, pero no en el modelo que se ha impulsado en el país, que es el mismo que se implementará en Miches, que destruye y contamina, que agota las aguas subterráneas, que destruye manglares y que sólo deja beneficios a los grandes tours operadores y las grandes corporaciones hoteleras, la mayoría de capital extranjero.

No puedo negar que saben mucho los neocolonizadores. En esta ocasión, en vez de espada y látigo, primero llegaron con la Fundación Cisneros a construirles muros de block a las escuelas de Miches.

Es una “buena” forma de que los niños y las niñas se acostumbren a la nueva realidad en que vivirán de aquí en adelante: Playa Esmeralda y Laguna Limón ya no les pertenecerán más, como a la escuela, también le construirán una verja.

 

*El autor es sociólogo, profesor de la UASD y uno de los principales voceros del Foro Social Alternativo.



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