¿Qué hago yo en la cárcel?

¿Qué hago yo en la cárcel?

¿Qué hago yo en la cárcel?

Farah Hallal

Me lo he preguntado también. Por un lado pido justicia por el asesinato de mi hermano. Y, por el otro, llevo a cabo proyectos culturales con internas de Najayo Mujeres. ¿Cómo se explica esto?

Lo que he aprendido con las internas de Najayo no es poco. Especialmente que todas nosotras estuvimos paradas alguna vez en el mismo sitio. Todas soñamos con un amor. Con una carrera profesional. Pero alguien tomó una decisión que arrastró unas consecuencias terribles. Y hoy está en prisión.

Las decisiones que tomamos afectan nuestra vida y la de quienes nos rodean. Si el equipo asignado a este taller de escritura en Najayo Mujeres hubiera llegado dos horas antes de la hora prevista aquel viernes del asalto, nos habría agarrado la balacera en la vecina Najayo Hombres.

Y, entonces, las llamadas en mi teléfono no se hicieron esperar: PPero muchacha! ¿Qué tu buscas en la cárcel? ¿Tú no tienes oficio? ¿Te volviste loca?

Las personas nos transformamos más fácilmente de la mano de la escritura. No escribo para ganar un premio o vender libros. Escribo para sobrevivir y canalizar mis emociones. Escribo para ser menos infeliz o más feliz (dígalo como quiera). Me gusta compartir cómo sacar lo que anuda dentro.

Antes de escribir es necesario reflexionar. Escribir es dar curso a nuestros sentimientos y emociones a través de un proceso intelectual. Trabajar en proyectos culturales me ha permitido ver cómo las personas, independientemente de la edad y el nivel educativo, se transforman desde dentro.

Nadie te empuja. Cada quien lleva su proceso individual de crecimiento y, al mismo tiempo, la transformación colectiva se va dando.

Crear transforma a los seres humanos. He visto estudiantes en franca apatía hacia el proceso de lecto-escritura que en seis sesiones de animación a la lectura me asaltan en su tiempo de recreo para que leamos un cuento. He visto a internas de Najayo llorar conmigo por faltarle a la sociedad y a sus hijos.

Las he visto llorar de arrepentimiento. Las he escuchado más conscientes de sus actos.

Por eso voy. Por eso. Porque veo cómo se transforman y crecen sus posibilidades de ser personas renovadas y creíbles… y porque yo no voy a ser quien les tire la primera piedra.



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