Ninguno les respeta, ninguno les quiere

Ninguno les respeta, ninguno les quiere

Ninguno les respeta, ninguno les quiere

(A un par de amigos)

La campaña del 4% para la educación desnudó la capacidad de retorcimiento de los congresistas que votaron a favor del Presupuesto ‘Presidencial’ 2011. Además de ciertas artes de dudosa procedencia, nuestros legisladores mostraron su desafortunada creatividad para tratar de ‘legalizar’ la violación a leyes que ellos mismos producen.

Es que la esencia de las conductas de estos neo-sustituyentes-de-la-voluntad ciudadana, hablo de senadores y diputados, es convertir en ley cualquier petición o deseo de la cúpula partidaria, y que jamás incluye las opiniones y peticiones de su militancia o base, mucho menos de la ciudadanía no partidaria.

Por sus artes, los legisladores aprueban ventas de terrenos del patrimonio nacional sólo a históricos terratenientes dedicados a la acumulación desmedida. Vemos como santos diputados distribuyen juguetes para entretener a los niños más desnutridos y sin educación del país.

Comprobamos que esa asociación de corroborantes (Juan Ant. Alix) empeña el país aprobando préstamos con la intención de que se produzca el milagroso derrame que inaugura parques inservibles y crea nuevos millonarios. Miramos a legisladores crear leyes para calmar ánimos y fabricar constituciones que mueren violadas por sus patrocinadores: una enfermedad endémica de esta democracia sustitutiva del capitalismo caníbal.

(Y todo esto ocurre ante la fallida oposición de unos cuantos insistentes e inefectivos y apabullados legisladores de buen corazón y pobre virtud para la lucha. Esto incluye algunos que muy temerosos del ‘pau pau’ que le darían sus jefes, se devuelven del camino digno para tomar el de la ciega obediencia de una militancia acrítica y cómoda. Los más ‘vivos’ disuelven su primera oposición para lograr nuevos espacios en el menú de puestos muy productivos).

¿Serán los de buen corazón flores del pantano? Pienso que sería más productivo que esos bien intencionados salgan a la calle, como hizo el maestro en el momento justo, y si es su gusto se asocien a un nuevo proyecto que lleve las comprobadas energías de sus bondades para encaminar esta sociedad hacia sus creencias de demócratas posibles.

La verdadera y única lucha es desde afuera de sus partidos. El tiempo de la guerra interna pasó. En cualquier organización conservadora deberán vencer conductas adquiridas con el determinismo de un plagio político sostenido pobremente en las excusas permitidas por el pragmatismo de republicanos y demócratas gringos o de la vieja y agotada Europa.

La cosecha de esa ‘imitona’ filosofía política son los jefecitos de la partidocracia y su muestrario de ridículas conductas encorbatadas, de sus pactos con los grupos de poder económico, de sus miedosas dependencias, de un tonto esnobismo intelectualista y de otros vicios propios del avivatismo economicista.   

Para ganarle a ese pobre congreso, hoy rediseñado para complacer a papá, a mamá y sus santos reyes, tendrían ‘los mejores de la cámara’ que echar pleito con las odiosas cúpulas de los partidos comandados por agentes distribuidores de ganancias políticas y bienes metálicos, especialistas en sabiondez, avivatismo y otros poemas de la democracia representativa, en versión imposible de vivir. Una lucha así sería igual a levantar un muerto que va en caída libre hacia el basurero de la historia. Mientras aquí, del otro lado, afuera, crecen la nuevas fuerzas, donde pudiesen estar esos poetas medio-locos que tratan de convertir en nuevo lo viejo.

No basta oponerse y gritar en cada sesión, sus quejas en ese museo del capitalismo sádico y dependiente, y sus voces, siempre morirán en las naves de los buscadores de recetas ajenas, cuado menos deberán compartir con los creyentes de lo políticamente correcto y otras expresiones robadas a la intelligentia universal.

Uno de mis recuerdos de niñez lo conservo vagamente: mi madre me miraba jugar con una percha de alambre al momento de querer ensartar en el tomacorriente su punta. Mi mente de infante quería ‘sacar un rayo’ de electricidad para agarrarlo. La poderosa mano de mi madre me arrebató el instrumento mientras sonó en mis oídos unas palabras que silabeaban: “niño, de-ja e-so, de-ja e-so…”. 

En consecuencia y desde lo más profundo de mi cariño, con la más dulce voz posible, con el deseo de estar juntos, por favor dejen eso, salten de ese barco que hace agua.

En la calle hay ciudadanos y ciudadanas que les esperan para luchar por lo que ustedes creen y algo más.

Dejen eso, que ahí dentro NINGUNO LES RESPETA, NINGUNO LES QUIERE.



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