Es cuestión de solidaridad

Es cuestión de solidaridad

Es cuestión de solidaridad

German Marte

Cada vez que a un sector político le resulta conveniente traer por las greñas el tema haitiano, lo hace no como una preocupación sincera sobre un problema concreto, sino para manipular y de paso sacar provecho político. Eso no es serio ni es patriotismo.

Sobre todo cuando le ahogan reclamos ciudadanos como el verde contra la impunidad, el muy bien remunerado coro de machucadores mediáticos al servicio del Gobierno se empeña en poner en agenda este tema, que es real, pero que no es el único ni el principal problema de los dominicanos.

Que si las parturientas haitianas van a quebrar nuestros hospitales, que si los haitianos les quitan trabajo a los dominicanos. En fin, alegan que los dominicanos estamos mal por culpa de los inmigrantes, especialmente haitianos, que nos traen pobreza, a nosotros, que frente a ellos estamos “muy bien”.

Eso mismo dicen algunos puertorriqueños sobre los miles de dominicanos que han “invadido” la isla, olvidando, que -como aquí los haitianos- son nuestros hermanos quienes hacen allí los trabajos más pesados y peor remunerados.

Antes hablaban de un plan de Estados Unidos, Francia y Canadá para fusionar las dos naciones de la isla. Pronto esa fábula pasó de moda. Ahora hablan de la “peligrosísima” “invasión haitiana”, la cual descubrieron súbitamente la semana antes de la gran marcha verde contra la impunidad.

Algo en que realidad se traduce en una distracción para dividir el más vigoroso movimiento cívico del pueblo dominicano.

Distinto al reducido grupo de ultranacionalistas, que lo hace por “convicción”, los oficialistas morados, ahora reconvertidos en neo nacionalistas, lo hacen por mero oportunismo político. A los peledeístas no les luce esa vieja letanía.

No les va hacerse los suecos, como si no fuera el propio PLD el que controla todos los resortes del poder desde hace 14 años.

¿Y por qué no han puesto freno a esa “peligrosa invasión pacífica” de haitianos? A mi juicio, no lo hacen, primero, porque es falso que esos inmigrantes sean un peligro para la soberanía dominicana, pero lo principal es porque esos haitianos -tan vilipendiados allá como aquí- aportan a nuestra economía más del 5 % del PIB. Hay estudios que hablan hasta de un 7.5 %.

Sectores como la agricultura, la construcción, incluso el turismo, son más “competitivos” gracias a esa fuerza laboral de bajo costo.

Personalmente, cada vez que veo a un haitiano no siento ningún desprecio, tampoco pena; los veo como seres humanos igual que yo, dignos de respeto, y pienso en los miles de dominicanos que van a otros países como Estados Unidos, España y Puerto Rico a trabajar para echar adelante a sus familias.

Tampoco me molestan los venezolanos, ni los puertorriqueños, ni los españoles.

Migrar es un derecho si lo que está en juego es tu sangre, tu familia. Por eso hay alrededor de dos millones de dominicanos diseminados por todo el planeta.

Todo inmigrante aporta económica y culturalmente al lugar que le acoge, porque como extranjero no tiene arraigo y está obligado a trabajar duro para mantenerse y enviar algo a quienes dejó en su tierra.

Nadie abandona por gusto su tierra, su familia y su gente. Si lo hace es por necesidad, muy pocos lo hacen por tener una aventura. Emigrar es un sacrificio.

Así es que para mí, lejos de una amenaza, de un peligro, un haitiano (como cualquier otro inmigrante) es un hermano, es -ante todo- un ser humano. Y como tal debe ser tratado.



German Marte

Editor www.eldia.com.do

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