12 de octubre: ni mezcla ni encuentro

12 de octubre: ni mezcla ni encuentro

12 de octubre: ni mezcla ni encuentro

Matías Bosch, primer vicepresidente

“La tierra no es su hermana, sino su enemiga, y cuando la ha conquistado, cabalga de nuevo… Hambriento, se tragará la tierra, y no dejará nada, solo un desierto”.

Este es un fragmento de la carta que Seattle, jefe de los duwamish, dirigió al presidente de Estados Unidos en 1855, cuando el gobierno norteamericano ofreció comprarles sus tierras ancestrales.

Las palabras del jefe Seattle retratan el carácter de la Conquista de América por el imperialismo capitalista, y profetizan cómo la civilización que nacía iba a llevar el planeta al borde de la autodestrucción.

Por la actual República Dominicana empezó la Conquista, estableciendo el primer fuerte, Navidad, y fue en el Golfo de las Flechas, Samaná, donde se dio el primer acto de resistencia de la población originaria.

Colón encontró destruido ese fuerte a su regreso a la isla. El almirante dirigió la captura de Caonabo, cacique rebelde, que engañado y apresado fue subido a un barco hacia España como trofeo de guerra, ante lo cual decidió morir de inanición.

Colón y sus gentes tenían motivos sólidos para la empresa. El naciente imperio necesitaba una nueva ruta comercial a Oriente, y los expedicionarios recibirían el 10 % de lo que obtuvieran en tierras ajenas.

La búsqueda del oro provocó que de 400 mil taínos que había en nuestra isla, cuarenta años más tarde sólo quedaran unos 6000.

Los taínos morían en las factorías, las siembras y las encomiendas; también por enfermedades. Muchos preferían suicidarse.

Las mujeres fueron violadas masivamente. Quienes se rebelaban, como Caonabo, Anacaoba, Hatuey, Guarionex y otros, eran brutalmente ejecutados.

La desaparición vertiginosa de los taínos generó la esclavitud de los africanos, cazados como bestias. También en nuestra isla, el 26 de diciembre de 1522, ocurrió la primera rebelión negra.

La esclavitud llegó a ser una monstruosa industria que tan solo en Haití alcanzó 600,000 hombres y mujeres.

En Cuba eran forzados a trabajar hasta 20 horas diarias. Fue la Revolución Haitiana la primera que terminó con la esclavitud, en inicio en Haití y luego en Santo Domingo con la ocupación de 1822.

Sin la riqueza saqueada a nuestras tierras, sin la sangre y el dolor de taínos y otros pueblos originarios, y sin el sufrimiento de los africanos esclavizados, no habrían existido ricas oligarquías nacionales, ni capitalismo en Europa y Estados Unidos.

Pero el trujillismo y el balaguerismo, que son posiciones ético-políticas profundamente colonizadas, agradecen y edulcoran aquel genocidio de blancos, ricos y poderosos. Para ellos fuimos salvados en 1492 y nuestros enemigos son los trabajadores pobres, sobre todo si son afrodescendientes e inmigrantes.

Quienes ejercemos el derecho a la memoria no somos resentidos que odiamos a Europa o a Estados Unidos, sino que rechazamos las vías tiránicas con que se ha construido el desarrollo capitalista de ayer y de hoy, incluyendo los sufrimientos del pueblo europeo y norteamericano.

Que se sepa: en América no hubo mezcla de cultura ni encuentro de dos mundos.

Las mezclas se dan entre cosas, los encuentros se dan en igualdad de dignidad.

Hubo invasión, vejación y saqueo. Una cultura, una política y una economía dominaron por la fuerza, las otras tuvieron que resistir y sobrevivir. Nuestros pueblos fueron sometidos a la miseria más escandalosa.



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