Confianza, gratitud y apertura. Son tres palabras que han marcado, guiado y definido mi vida. Aún en momentos de dificultad, pienso “esto pasará”. Confío. Sé con certeza que, sin importar lo que pase, todo obrará para bien.

Le doy la vuelta a la moneda. Aprendí que no hay nada en el mundo que no pueda lograr si le pongo energía, corazón y determinación.

Cada día de mi vida es un ejercicio de fe, pero no de esa fe ciega sin acción. A la que me refiero es a la certeza de un amor que no tiene explicación que nos guía si abrimos nuestros corazones, si confiamos… pero que requiere movimiento, decisión, elección y acción. Oramos, pedimos y actuamos. Esa es la regla.

Sentarse a esperar que las cosas sucedan o que se arreglen no es la opción. Quieres algo, haz algo para que eso pueda llegar o suceder. Piénsalo, deséalo, planifícalo y organízalo. Atráelo con tu mente. Lucha y trabaja por ello.

No esperes que terceras personas muevan los hilos, la felicidad es personalizada, no viene en manada.

Deja de lado las lamentaciones, respira, cierra los ojos para descansar y abrirlos para mirar desde una nueva perspectiva.
Teniendo todo esto cuenta, puedo decir con certeza que la gratitud es parte de mi vida como la misma respiración.

Veo a mi familia y doy gracias; siento el cariño y respeto de mis amigos y doy gracias; paso balance a lo que he logrado en mis recién cumplidos 49 y doy gracias; recuerdo a los viejos y nuevos afectos y doy gracias; siento las oportunidades y opciones que se presentan y doy gracias; abro lo ojos, respiro y siento correr la gratitud por todo mi cuerpo.No te limites en el agradecimiento. No dejes que la adversidad achique tu corazón.

En ella solo hay cabida para el crecimiento y fortaleza, pues la vida es “elección”. Eligete a tí primero y después a los demás.