Un cambio urgente en el estado de cosas

Un cambio urgente en el estado de cosas

Un cambio urgente en el estado de cosas

Roberto Marcallé Abreu

Cuando usted mira esa dama, descubre el rostro del miedo y del horror. El pelo castaño casi rubio, la mirada directa, los ojos claros, quizás azules.

Blusa negra, piel blanca. El parte policial la identifica como Sifora Yohanca Rosario Then.

Le pagaron ochenta mil pesos al nombrado Joel Vargas Amparo para darle muerte. El individuo confesó haberle disparado “una bala en la cabeza”.
No actuó solo. Se hizo acompañar de Carlos Francisco Ortega quien confesó a su vez haber asesinado a Enrique García, en San Francisco de Macorís.

El por qué del asesinato de Rosario Then es como para sufrir un paro cardíaco. La mataron “para enviarle un mensaje a su jefe por una deuda millonaria que contrajo con un individuo residente en Estados Unidos”. Si se medita en estos hechos, la conclusión es que nuestra existencia es cruel y aterradora.

Figurar que la devastadora pandemia ha sido la peor de las tragedias para el país puede resultar una conclusión precipitada. La enfermedad ha venido a coronar un nivel de descomposición y degradación que, en todos los órdenes, se ha venido entronizando en la sociedad dominicana.

Esta maldad, este sobresalto, ya estaban aquí, entre nosotros. ¿Seguiremos haciéndonos a la idea de que solo el virus es el peligro? Ignorar los hechos es la peor manifestación de irresponsabilidad.

Gracias a esta inconducta pocos o nadie se refiere al engaño colosal que fueron las denominadas “primarias” del partido oficial y la suspensión de las elecciones municipales, dos eventos vergonzosos cuyos responsables aún no han sido juzgados ni castigados. ¿Lo serán alguna vez?

La pandemia nos ha revelado de manera pormenorizada una sociedad ahogada en el caos, la delincuencia, el crimen, la corrupción más atroz, la degradación más escandalosa. Los hechos, como una herida sangrante, están a la vista: utilización descarada e incontrolada de los recursos oficiales para favorecer la continuidad de este inicuo estado de cosas; aprovechamiento de la “situación de emergencia” para que el oficialismo haga campaña de manera furtiva en desmedro de los opositores.

No son pocos quienes temen la manipulación de los hechos para distanciar a los electores de las urnas y provocar una grosera disminución del masivo voto de rechazo contra este estado de cosas.

Los problemas estaban ahí, pero sus alcances crecen. Por ejemplo, el editorialista de “El Día” llama la atención sobre el año escolar inconcluso y se queja de “los baches y las deficiencias en la educación” y aunque ambos pueden ser superados “se necesita de una gran fuerza de voluntad y de la conciencia sobre los efectos perniciosos del agujero que dejamos atrás”.
Existe un innegable deseo de cambios reales.

“Todos estamos apostando a que luego de salir de estos tiempos turbulentos aparecerá un nuevo dominicano más solidario, más respetuoso de la ley y más consciente de sus deberes” “… si aprendemos las lecciones de la crisis, el sacrificio permanente que ella va a implicar y los rigores a los cuales deberemos someternos para reconstruir el país. Hay que sembrar desde ahora esos valores”. (Diario Libre, 24 de abril, del 2020).



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