La reforma que nadie quiere

La reforma que nadie quiere

La reforma que nadie quiere

Frederich E Berges

El 25 de enero del 2012 se promulgó en el país la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo de la República Dominicana 2030, legislación que estaba supuesto a permitir una formulación de reformas que viabilicen el largo plazo de nuestra nación. Esta pieza creaba el mandato para una serie de reformas incluyendo los llamados “pactos”, como el de la educación y el eléctrico, la mayoría de los cuales o no se han cumplido, o han quedado muy cortos en sus alcances.

El artículo 25 de la Ley número 1-12 establece en su objetivo 3.1.1.2, “impulsar una reforma fiscal integral, basado en la progresividad y transparencia tributaria, orientado a financiar el desarrollo sostenible y garantizar la sostenibilidad de largo plazo de las finanzas del sector público consolidado, en el marco de una ley de responsabilidad fiscal que permita implementar políticas contra cíclicas y establezca normas y penalidades para garantizar su cumplimiento”.

Esta reforma no tan solo se ha venido posponiendo gobierno tras gobierno, año tras año, sino que parece es tema vetado entre políticos y candidatos ya que ninguno se ha querido referir a él, y menos presentar una propuesta. Muy por el contrario, las causas que obligan a este planteamiento de reforma continúan vigentes, aunque en algo minimizado gracias al crecimiento económico de años recientes.

Basta con considerar la continuidad de déficits fiscales cuyo reflejo más evidente es la deuda pública con lo cual se va solventando el mismo. Una deuda pública que ronda los US$75 mil millones, compuesta por aproximadamente US$55 mil millones del sector público no financiero y unos US$20 mil millones de la deuda del Banco Central. Este conjunto representa cerca del 61 % del producto interno bruto (PIB).

Ya es tiempo, a menos de un año de las elecciones presidenciales, que los pretendientes a dirigir los destinos de la nación nos expongan sus planes de reforma, so pena de representar más de los mismo y no ser agentes reales de cambio. Exijamos como ciudadanos preocupados por nuestro porvenir cuales son los planes de reforma que nos podrían esperar para permitirnos escoger con racionalidad lo que más nos convenga.



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