Grecia al borde...

Grecia al borde…

Grecia al borde…

“Confiamos en los ciudadanos, creemos en su criterio, creemos en su decisión”                            –Yorgos Papandreu, Primer Ministro Griego

 

Que poco dura la felicidad en la casa del pobre, dice el refranero popular. Y esta misma idea podría aplicársele a la economía helena. La semana pasada se celebró en Bruselas la reunión de los jefes de estado y de gobierno de la Unión Europea, donde se anunció con bombos y platillos una solución definitiva a la difícil situación griega, basándose en la quita del 50% de su deuda, equivalente a unos 100.000 millones de euros. Los mercados recibieron esta noticia con jubilosas subidas, para de nuevo volver a desplomarse esta semana ante el anuncio de referéndum del gobierno de Papandreu para aprobar el paquete de reformas ya previamente acordadas en la reunión del euro grupo.

En términos numéricos, las principales bolsas de valores de Europa presentaban números rojos al cerrar la sesión. El Ibex español cayó 5.7%, el Dax alemán 5.7%, el Cac francés 5.5%, el Mitbel italiano 7.2% y el Ftse británico 3.5%. Todo esto producto de las declaraciones del primer ministro heleno.

El gobierno heleno ha sufrido en los últimos meses los sucesivos porrazos impuestos por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, para hacer continuos planes de austeridad que no han hecho más que minar la popularidad del ejecutivo. Con este referéndum, la intención del gobierno es buscar legitimidad interna, en otras palabras, buscar el apoyo y anuencia del pueblo.

Las reyertas sociales están a la orden del día. El ejecutivo para llevar a cabo este ambicioso plan necesita el espaldarazo del pueblo, que solo se conseguiría con una aprobación positiva del referéndum.

Pero, ¿y si gana el NO?, esto sería catastrófico para la economía griega: Pánico entre los inversores, profundización de la crisis política y una posible salida del euro con sus nefastas consecuencias; se calcula que para el primer año costaría entre 9.500 y 11.500 euros por habitantes, brutal devaluación en la nueva moneda acuñada, inflación, multiplicación de su deuda pública, quiebra segura de su sistema bancario al no tener manera de financiación del exterior y repatriación masiva de capitales. Todo esto llevaría a un nuevo estallido social, un éxodo de jóvenes profesionales hacia el resto de la unión europea, dejando el país nuevamente al borden del impago y de la bancarrota.

Otra disyuntiva se vivió el pasado sábado cuando salió a la luz pública, una encuesta donde el 60% de los griegos veían el acuerdo que se arribó la pasada semana como “negativo”, pero a la misma vez, el 70% de los encuestados apoyan seguir en la unión monetaria. O sea, que quieren seguir adheridos al euro, pero bajo sus propias reglas, lo cual no es posible en la actualidad. Esta disyuntiva fácilmente le explota en las manos al primer mandatario, ante una oposición que está haciendo leña del árbol caído.  

Atenas está en serios problemas, pero no son los únicos responsables de su desastre. Desde su integración al euro el primero de enero de 2001, Grecia sistemáticamente maquillo sus cifras, primero para entrar al club €uro, sino también para mantenerse dentro de este. Pero, ¿Dónde estaban las autoridades encargadas de velar por la fiabilidad de sus cifras?, claramente no hicieron su trabajo. Y ahora luego de más de 200.000 millones de euros gastados en reanimar la comatosa economía quieren hacer de tripas corazón.    

¿Qué pasará con Grecia en el corto plazo? Nadie lo sabe. Lo que sí es seguro es que en caso de no acogerse a la única salida que tienen, que es el salvamento propuesto la semana pasada, el futuro de Grecia sería una tragedia, que no solo se limitaría al territorio heleno, sino que podría convertirse en el hundimiento de economías mucho más grandes, como son Italia y España. Y con ello poniendo en vilo la supervivencia de la moneda común.



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