Esforzarnos por un nuevo país

Esforzarnos por un nuevo país

Esforzarnos por  un nuevo país

Roberto Marcallé Abreu

¿Cuántos dominicanos han sido devastados por el dolor y la tragedia en estos días de luto, soledad y amargura? ¿Cuántos adultos, niños y jóvenes, han sufrido daños sicológicos graves? ¿Cuántas personas se han visto acosados por el desempleo forzoso y la desesperanza? ¿Cuántos temen transformarse en otra posible víctima de esta fantasmagoría asesina que nos observa con ojos enrojecidos?

He observado a hombres avergonzados por pedir comida para alimentar a sus hijos hambrientos. Me he tropezado con muchas personas que apenas subsisten acosados por la miseria y la enfermedad.

En este estado de cosas estimulado por esta presencia asesina, es preciso hacer un alto imprescindible y meditativo. Comprender el sufrimiento brutal de nuestros conciudadanos.

El luto, el dolor, el encierro interminable, la angustia que ha desorientado a tantas personas. Esa amenaza, esa oscura presencia trágica y ominosa que está por todas partes.

Puede que nunca se conozca el número preciso de gente que fue derrotada. O la crueldad de esa desesperación que se enseñorea sobre nosotros. Por estas razones, es momento de reflexionar. ¿Cuándo o de qué manera nuestro país podrá contemplar nueva vez la luz en el horizonte? ¿O acaso nos ha llegado el momento de que todo cambie y no nos damos cuenta?

Esta realidad nuestra de cada día no es nada edificante. Ahora todos los problemas son mayores. En los boletines oficiales, se menciona que hasta el momento se han realizado poco menos de ocho mil pruebas para detectar la presencia del coronavirus.

En un universo de miles de personas sospechosas o susceptibles de padecer la enfermedad, lamentable es decirlo, este esfuerzo resulta poco significativo y su incidencia en el contexto es menos que intrascendente.

Preocupa, en grado sumo, que decenas de médicos y enfermeras hayan sido expuestos al contagio y hayan enfermado. Muchos de esos meritorios profesionales, que representan la primera fila del combate contra el virus, han manifestado su queja por la limitada o inexistente protección con la que han tenido que hacer un trabajo tan peligroso. ¿Ha cambiado esta situación? Quiera Dios que sí. Solo que las quejas no cesan.

Resulta ofensivo que millones y millones de pesos se sigan invirtiendo en propaganda directa e indirecta en beneficio del oficialismo. Tal y como aquellos personajes despedidos de los organismos supervisores de las compras del Estado, hay quienes no parecen entender lo que ocurre. ¿O no les importa?

El empeño de todos debe orientarse a que el país supere esta situación tan delicada como peligrosa y que, fácilmente, haría el tránsito de crítica a catastrófica. Además de multiplicar los esfuerzos actuales es preciso reunir los expertos en todas las áreas. Los temas de agenda serían: ¿Cuáles cambios se han operado en el país y en el ciudadano? ¿Cuáles pasos debemos encaminar para reconstruir el Estado y liberarlo de las lacras que han limitado su real desarrollo?

Con este diagnóstico y sus perspectivas, se debe rediseñar el aparato productivo, los negocios, los empleos, los partidos políticos, la administración del Estado, la educación, el manejo de la economía, las relaciones internacionales, todas las instituciones.

Los cambios deben ser radicales en el Poder Judicial, el Poder Ejecutivo y el Legislativo, implementar penas y castigos drásticos ante el delito, el fraude y la violación a las leyes. Debemos confrontar seriamente vicios y fallas.

La labor es ardua. Pero sería una forma de revertir esta crisis espantosa creada por la epidemia, a favor y beneficio de millones de dominicanos dispuestos a orientar sus mejores voluntades hacia un propósito que anule para siempre una historia de locuras y desaciertos que nos llena de amargura, sufrimiento y vergüenza.



Etiquetas

Noticias Relacionadas