El Leprocomio está como un  leproso, cayéndose a pedazos  

El Leprocomio está como un  leproso, cayéndose a pedazos  

El Leprocomio está como un  leproso, cayéndose a pedazos  

Nigua, San Cristóbal .-Su estructura física ha sido “contagiada” de lepra. Literalmente, se está cayendo a pedazos, y para colmo su presupuesto no le da ni siquiera para cubrir sus gastos operacionales.

Así funciona el único hospital del país especializado en la enfermedad, el Leprocomio, en Nigua, San Cristóbal.   

El panorama es desolador. Sus 22 pacientes y 50 empleados están entre la espada y la pared: morir o contagiarse de lepra o quedarse aplastados por los escombros del centro. Cuando llueve, no se sabe si es mejor estar dentro de la estructura o afuera. Las paredes no pueden ser pintadas, pues las filtraciones no lo permiten.

“¡Ay Dios mío, qué bueno que me lo mandaron!”, fue la expresión de sor Ibe Altagracia Jiménez, directora del centro, cuando vio a los reporteros de EL DÍA.

La situación es caótica en términos de infraestructura y el hospital tiene muchas necesidades, explica.

Tres ingenieros han sido consultados por las administradoras del centro, y los especialistas han coincidido en que la edificación debe  ser demolida y construida nuevamente.

Problemas más problemas

Su asignación presupuestal  es de apenas 150 mil pesos mensuales, y Salud Pública ya tiene cinco meses sin darle un centavo. La caridad pública ha ayudado a  las monjas encargadas a “echar pa’lante” el centro.

En el Leprocomio falta de todo y sobran los problemas. No hay  estufas ni lavadoras industriales, que son las que necesitan para el centro. Faltan camas en mejores condiciones, más vehículos para transportar a los pacientes y un autoclave. También les urge  varios especialistas en urología, geriatría y psicología.

 “Con el presupuesto que nosotros tenemos sólo nos da para cubrir tres cosas del hospital, que son alimentación, combustibles y teléfonos, ya, sólo para eso, las demás cosas las conseguimos por la caridad de instituciones y personas que donan”, manifestó Jiménez   en un  lamento.

 Delincuencia

Pero para colmo, además de todas las carencias que tiene el centro, la delincuencia en los alrededores es otro de los males que afectan el hospital, explicó sor Ibe.

El Leprocomio está a merced de los ladrones. No hay quien se ocupe de  la seguridad y las verjas perimetrales han sido violadas por los moradores que entran a buscar plátano en las matas que hay dentro del centro.

“A cada rato se arma un tiroteo en los alrededores y en días pasados un delincuente se escondió debajo de una de las camas de los enfermos porque parece que lo estaban persiguiendo”, denunció otra de las empleadas.

 Vive ahí, pero no le afecta

Pero a pesar de todas las dificultades por las que atraviesa el Leprocomio, para muchos eso no tiene importancia.

Y un ejemplo  es Yolanda Medrano, de 78 años, quien, además de padecer de lepra desde los 9 años, perdió la vista por la enfermedad y  dijo: “Yo estoy feliz, no me hace falta nada y no le doy mente a ná”.

Pese a todo, su alegría es contagiosa. Narra que ella nació en el hospital porque sus padres padecían del mal  y vivían en el lugar,  a los dos años una tía la sacó y a los nueve volvió.

“Yo aquí me casé y tuve mis nueve hijos. Este hospital estaba en otro lugar que eran casitas para cada enfermo, pero después del huracán David nos mudamos para acá”, explicó lúcidamente doña Yolanda.

 El centro espera ser ayudado por las autoridades y no perder la esperanza como la mayoría de los enfermos han perdido los dedos.



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