El lenguaje poético in extremis

El lenguaje poético in extremis

El lenguaje poético in extremis

José Mármol

León Félix Batista (Santo Domingo, 1964) es uno de nuestros escasos poetas con importante número de publicaciones en editoriales de otros países de Latinoamérica, además de contar con una elevada cuota de participación en antologías y renombrados festivales de poesía de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa.

Se trata de una voz con un acento muy singular, que se alimenta de una concepción del decir poético que procura el reverso de la función llanamente expresiva de la lengua, cuando no, se instala en una perspectiva oblicua del giro idiomático, hecho que le acerca al movimiento hispanoamericano del neobarroco (un neobarroco sui géneris) protagonizado por poetas de habla hispana, sobre todo, en EEUU, donde se radicó por espacio de casi veinte años.

Sin embargo, no se adscribe plenamente a sus prolegómenos estéticos, sino que se impregna de la modernidad de la poesía norteamericana, con el newyorkino John Lawrence Ashberry como cabecera.

Nuestro poeta no se contentó ni regodeó jamás con los preceptos estéticos de aquella corriente, sino que, habiendo abrevado en ella, la interpreta y asume a su modo, para construir una poética que alcanza ribetes propios e identidad, justo en un mundo y un tiempo de identidades difusas y esquivas, para hacer del sentido de cada palabra del idioma, un desafío léxico de significación en un orbe henchido de sensibilidad, sensualidad, mediación y dominio de los recursos técnicos del poema rítmicamente articulado.

En postura de Demiurgo el poeta eleva su trino: “Yo pinto su perfil fijándolo a un desvío y (con esta sola hipótesis) le doy actualidad” (“lincería”).

En ese “desvío” de la morfología sintáctica y de la carga semántica convencionales de la frase y los núcleos léxicos estriba, en buena medida, la particularidad de la voz poética de Batista, quien, además, si bien coincide con preceptos y reflexiones de “ars poética” propios de la Generación de los ochenta, se afana y consigue desmarcarse con el personal e inconfundible acento de su escritura creativa.

Ha publicado “El oscuro semejante” (1989), “Negro eterno” (1997), “Burdel Nirvana” (2001), “Mosaico fluido” (2006), “Pseudolibro” (2008), y “Un minuto de retraso mental” (2013). Varios de ellos han sido premiados.

Como en todo artesano de la palabra, en este autor se dan las reediciones de títulos con variantes, contándose “Se borra si es leído” (2000), “Crónico” –segunda edición de “Vicio”– (Argentina, 2000), “Prosa del que está en la esfera” (Argentina, 2006), “Inflamable” (Uruguay, 2009), “Delirium semen” (México, 2010), “Caducidad” (Madrid, 2011) y “Sin textos no hay paradiso” (Colombia, 2012).

Su nueva antología personal, titulada “Duro de leer” (2015) invita a un recorrido por la poesía de nuestro autor desde 1996 a 2013.

Un período de ejercicio poético que simboliza el desarraigo del hombre y su lenguaje en su complejo tránsito de la modernidad a la posmodernidad, en el que se ha ido transformando, para bien o para mal, no solo su entorno vital, económico y cultural, sino también, su cuerpo y su ámbito sensorial, su manera de sentir, de pensar, de creer y de interactuar con sus semejantes.

En su relativismo perceptivo, es el propio poeta quien nos dice: “después de todo el yo ya es polvo inoperante nacido de una elipsis e inestabilidad” (“Babas sobre babydoll).

Lo inestable forma parte de la condición de ser del hombre, de su lenguaje y de su mundo. Porque, también la lengua, como entidad viva, se transmuta, se metamorfosea y expande su léxico. Invito a los lectores a conocer esta “antología dilatada”, que provoca una rítmica inestabilidad dispersiva del sentido del lenguaje y de las capas de significado de la escritura.



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