Democracia por soluciones

Democracia por soluciones

Democracia por soluciones

Miguel Otáñez

El catedrático de Teoría de Comunicación, el francés Ignacio Ramonet, reveló en su obra “La Era del conspiracionismo” un estudio sociológico que arrojó que el 25% de los estadounidenses habrían confesado estar dispuesto a renunciar  a la democracia en favor de un líder dominador, que “haga lo que hay que hacer”. Una afirmación de miedo viniendo de un país que además es conocido por su fortaleza democrática e institucional, la cual parecía ser parte de la cultura de cada ciudadano en esa nación.

En el resto del mundo, aunque en menor medida, no podemos ocultar la apuesta que han hecho los ciudadanos a las narrativas “antisistema” y populistas, pero solucionadoras de los problemas que los “políticos tradicionales” no han podido solucionar. Podemos ver a Marine Le Pen en Francia, Nayib Bukele en El Salvador y el popular Javier Milei en Argentina.

Las narrativas

Esa conexión entre los ciudadanos y los de “la nueva política”, que se eleva casi hacia la devoción, es un constructo de las narrativas que estos van soltando en el cerebro de los ciudadanos como pequeñas migajas hiladas por la inconformidad o la esperanza y a veces por ambas a la vez.

Las narrativas políticas pueden ser utilizadas de diferentes maneras, dependiendo del objetivo que se quiera lograr. Por ejemplo, una narrativa puede utilizarse para crear empatía con el público, para generar indignación o para inspirar esperanza. Son una herramienta poderosa que pueden ser utilizadas para influir en la opinión pública. Por ello, es importante que los políticos y los comunicadores políticos entiendan cómo funcionan las narrativas y cómo pueden utilizarlas de manera efectiva.

Los ejemplos probados

En las campañas de todo el mundo hemos visto la narrativa del «cambio», la cual se utiliza para presentar a un candidato o a un partido político como la única opción para el cambio. Igual la Narrativa del «miedo», que sirve para generarlo en el público sobre las consecuencias de votar o no votar por un candidato o por un partido político determinado.

De igual forma, se advierte en las campañas las narrativas de las «historias”, que suelen ser puestas en marcha  para vincular a un candidato o a un partido político con un legado o una tradición, así como también para desvincularlo de estas.

Las narrativas políticas pueden ser efectivas para persuadir a los votantes, y aunque algunos señalan que es importante que sean honestas y éticas,  puesto que aquellas que se basan en mentiras o engaños pueden dañar la confianza del público en los políticos y en los medios de comunicación, otros puede decir que la evidencia empírica de las campañas demuestran que una narrativa sobre muchas falacias pueden terminar construyendo nuevas realidades que alimentan esperanzas y crean liderazgos que surfean sobre ellas, se colocan en su cresta e imponen la agenda política y país.

Aunque las últimas líneas pudieron haber estimulado en el lector algunos ejemplos, quizás las frases del showman norteamericano Donald Trump terminen de darle un panorama de esta realidad. Total, si él, como afirmó, sería “el mayor creador de empleos Dios que inventó” y a pesar de que “Cuando México envía su gente aquí –o sea a Estados Unidos-, envía gente que trae drogas, trae crimen y son violadores”, nada de eso sería determinante, porque “Vamos a estar protegidos por Dios”.



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