Degradación y pérdida de valores

Degradación y pérdida de valores

Degradación y pérdida de valores

Roberto Marcallé Abreu

MANAGUA, Nicaragua. No es incierto, aunque sí muy desconcertante. Pero quien lee y revisa con actitud meditativa el caudal de informaciones al que tenemos acceso y quien observa con detenimiento el proceder común de las personas involucradas en la cotidianidad de República Dominicana y muchos otros países, puede que se pregunte, con legítimo derecho, qué ocurre con la humanidad, con la sociedad, el buen juicio y el sentido común.

De alguna manera, uno percibe, a nivel universal, una elevada dosis de confusión, de desconcierto, de irracionalidad.
Días atrás, leí en varios medios noticiosos que sectores influyentes del país estaban evaluando seriamente la necesidad de establecer, en diferentes regiones, centros hospitalarios especializados para tratar personas con desórdenes de conducta.

Reitero, no obstante, que, a simple vista, es evidente el incremento de distorsiones y desviaciones graves que requieren de estudio y tratamiento profesional.

Creo que la pandemia que provocó tanta desolación, desesperación y muertes, resultó en uno de los principales detonantes de este alarmante estado de cosas.

Vivimos un nivel de deshumanización y una carencia de principios y respetabilidad que nos hacen pensar en aquellos conglomerados que figuran en las historias bíblicas y que fueron destruidos por decisión divina por haber provocado, con sus inconductas, la ira del Creador.

En las noticias televisadas y publicadas por los medios dominicanos se nos presentan a diario osados jóvenes participando en carreras de motocicletas que se desplazan a velocidades suicidas y cuyos escenarios son las autopistas de alta circulación vehicular en todo el país.

Las noticias sangrientas o trágicas se han incrementado. “Mujer es secuestrada y asesinada por su pareja en Moca. El individuo fue detenido cuando trataba de quitarse la vida”.

“Choferes en actitud violenta al ser desplazados por los autobuses”. “Ministros de Salud de Centroamérica reunidos en Panamá debaten sobre los graves problemas de la salud mental”. De acuerdo con UNICEF “un 61 por ciento de niñas y niños dominicanos han sufrido abusos sexuales o alguna clase de violencia de esa índole en algún momento de su vida”.

“Policía arresta hombre que trató de violar a su madre”. “Arrestan menor de edad que atracaba taxistas en la zona oriental”.

Es poco lo que, al parecer, vale la vida propia y la del prójimo. El desenfado, el irrespeto se expanden como un reguero de pólvora.

El “examen de conciencia” como imperativo de mejoramiento social, se impone de forma decisiva a fin de devolver al conglomerado social la rigurosa aplicación de normas y conductas que caracterizan los más elevados valores de la condición humana.

Y el imperio de la ley cuyos agentes deben actuar sin contemplaciones y proceder a detener a estos transgresores y actuar con la fuerza de la ley así como poner límites a quienes abusan de los medios de difusión pública para legitimar conductas antisociales, repulsivas y degradantes.