Cuaresma: tiempo de conversión y cambio

Cuaresma: tiempo de conversión y cambio

Cuaresma: tiempo de conversión y  cambio

¿Qué significa la palabra Cuaresma?

La palabra Cuaresma significa un período de cuarenta días que nuestra santa Madre la Iglesia nos ofrece como un tiempo muy especial para la reflexión y meditación sobre los grandes misterios de nuestra salvación: pasión, muerte y resurrección de Cristo.

Toda la historia de la salvación es una de bendiciones y gracias especiales.

Pero en la santa Cuaresma se nos ofrece un tiempo muy especial de gracias y bendiciones que podemos alcanzar mediante la intensificación de la oración, la penitencia y el ayuno cuaresmal.

Hemos dicho que la Cuaresma es un tiempo de cambio de conducta, o lo que es lo mismo, una metanoia profunda y de crecimiento espiritual.

Hoy llevamos una vida muy acelerada y nos dedicamos más a las cosas urgentes que a las importantes y necesarias.

Por esta razón la Iglesia, como madre amorosa, nos dice por medio del sacerdote o del ministro de la palabra, al imponernos la ceniza en la frente: “Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás”.

Esta sentencia, tomada de la literatura sapiencial, nos recuerda que venimos del barro y en barro se convertirá nuestro cuerpo mortal.

Este es un llamado fuerte a rechazar el apego a todas las cosas materiales que con frecuencia sirven de ataduras fuertes para que no desarrollemos los valores del espíritu, como son la solidaridad, el desprendimiento sincero de todo lo que se convierta en un obstáculo para el desarrollo del espíritu y de las virtudes cardinales de la fe, la esperanza y la caridad.

En este contexto cuaresmal y de austeridad espiritual y en ocasión del 171 aniversario de nuestra independencia de la dominación haitiana, la Conferencia del Episcopado Dominicano: “Clama porque la justicia y la paz sean una realidad”.

Nuestros obispos dan en este documento una fuerte clarinada a las autoridades que ejercen el Poder para que reflexionen sobre hechos tan temibles como la impunidad para políticos, narcotraficantes y gente de dinero, que de hecho hasta el presente han sido intocables, a pesar de que han actuado al margen de la Ley.

¿Hasta cuándo seguirá este pueblo aceptando como algo normal todas las anomalías que se cometen al amparo del Poder?
¿Cuándo empezará la justicia a practicar una independencia razonable, que se rija por la verdad de los hechos y de la razón sin importar el cargo, ni el apellido ni la cantidad de bienes que posea el sujeto cuestionado por hechos delictivos?

Sin justicia no habrá paz. Sin justicia la violencia se seguirá imponiendo como una especie de ley de la selva.

Toda injusticia es mala, pero la que viene desde el Estado por la vía institucional es la peor de todas.

Por esta razón, los obispos condenan la injusticia de la desigualdad institucionalizada, pues a pesar de que la economía dominicana lleva más de 50 años de crecimiento sostenido, la pobreza se sigue incrementando, así como el endeudamiento interno y externo se han fomentado desde el Estado, las bancas de apuestas, las loterías y los juegos de azar.

Hay que clamar por políticas que cambien estas malas prácticas, por políticas que promuevan el trabajo productivo, el ahorro y la autoridad administrativa versus el clientelismo que nos aleja de la verdadera independencia personal, familiar y nacional.
Hay que trabajar por una cultura de derechos, donde todos aportemos un granito de arena por la causa de la libertad personal y de la verdadera independencia nacional.



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